Relato: Sobre las intenciones del general Borg

Desde la ventana de los aposentos privados del general Borg, Güzelay reflexionaba con detenimiento sobre su porvenir.

Estaba a la expectativa de que el general no le tuviera ninguna consideración dado su estatus de esclava. Había visto de primera mano cómo los cortesanos y los generales trataban a sus esclavos, cuyas vidas eran relativamente cortas; las mujeres en especial se llevaban la peor parte, pues eran golpeadas, humilladas y hasta vendidas como ganado a los prostíbulos de los nobles una vez que se cansaban de ellas.

Una vida de pesadilla, en especial si el amo era el hombre más temido del imperio. O el marido, si tenía en cuenta que él le había ofrecido matrimonio a cambio de su libertad.

Si algo había aprendido a lo largo de su estancia en el harén imperial era que siempre existía una segunda intención detrás de una oferta generosa. Borg no era la excepción a esa regla; sabía de buena fuente que el Carnicero de Neptuno no era un hombre que estuviera comprometido con sus amantes, sobre todo después de su relación apasionada con Ecclesía, la favorita del emperador. Tan pronto se encaprichaba de una mujer como también la abandonaba a los tres días, en especial si era una esclava.

Por lo tanto, no podía hacerse la ilusión de ser libre una vez casada con Borg. Sería una tontería de su parte creer que el Carnicero de Neptuno honrase su palabra.

Un par de golpes tenues interrumpieron sus pensamientos. A la estancia entró el capitán Ik'r Zorg, mano derecha del general. Tras los saludos de rigor, Güzelay le preguntó: "¿Borg te envió?"

"Sí. Me dijo que te escolte hasta la liza. Quiere hablar contigo ahí".

"Bueno, entonces vamos. No creo que le guste que le dijera que me dé más tiempo".

"¿Más tiempo para qué?"

Güzelay, cayendo en cuenta que Zorg no sabía nada sobre el trato de Borg, le explicó con lujo de detalles lo sucedido el día anterior. Decir que Zorg estaba estupefacto ante la idea de que el general más despiadado del ejército imperial le propusiera matrimonio era poco. Tan atónito estaba que no encontró palabras para expresar sus felicitaciones o sus condolencias.

"Si así estás ahora, imagíname a mí", dijo Güzelay mientras ambos salían de las habitaciones. "Pero no tengo esperanza alguna, si te soy franca. Me hará lo mismo que sus otras mujeres: se divertirá y después me abandonará".

"¿Otras mujeres?"

"Sí... Sus esclavas, las que Ergane le regaló hace dos lunas".

"Bueno... No es exactamente tal cual como se dice, si te soy honesto".

Güzelay se detuvo, intrigada. Zorg, vigilando que nadie les escuchase, murmuró: "Cuando Ergane se las obsequió, Borg las trajo aquí y de inmediato las entregó a varios de mis compañeros que en ese momento estaban solteros, con la condición de que las dejaran libres si ellas pedían su libertad y que no las lastimen".

Ahora fue el turno de Güzelay en quedarse atónita. Zorg añadió: "Algunas se quedaron y otras se marcharon. Las que se quedaron viven en Trecén; las otras regresaron a la Tierra".

Los dos bajaron por las escaleras y recorrieron los pasillos oscuros que conducían hacia el patio central.

"¿Es posible entonces que él me deje libre luego de la boda?", preguntó la joven.

"No sabría decirte al respecto. Borg es un hombre bastante impredecible. Nadie sabe qué es lo que piensa. Yo que tú me mantengo al tanto de sus instrucciones y las seguiría".

Cuando llegaron a la liza, encontraron a Borg intercambiando golpes de espada con cinco de sus hombres. Güzelay observó con detenimiento cómo Borg bloqueaba eficazmente los golpes de la espada, devolviendo los ataques con calculados movimientos. Tras unos minutos envueltos entre la brutalidad y la sangre, Borg dijo a sus hombres que continúen con su práctica mientras se acercaba a Zorg y a Güzelay.

Los tres se apartaron de la liza, parándose en uno de los pasillos adyacentes. Con seriedad, Borg le preguntó a Zorg si Güzelay ya le había contado la razón por la cual la mandó a buscar; el capitán asintió, sin decir palabra. Volviéndose hacia Güzelay, le preguntó entonces si ya había tomado una decisión o si requería más tiempo. Güzelay, decidida, le dijo: "Antes de tomar una decisión, quiero saber cuáles son tus verdaderas intenciones, porque sé de muy buena fuente que tú no eres alguien particularmente generoso a menos que obtengas un beneficio de ello".

Borg miró a Güzelay de hito en hito. "No se te escapa nada, dama de la Tierra", dijo con una sonrisa.

"Estar en un harén, donde está garantizada la muerte de tu propia familia si huyes, me ha enseñado a no confiar mucho en las buenas intenciones de las personas".

Borg desvió la mirada por un momento. Luego, mirando a Güzelay directamente a los ojos, respondió: "Admiro tu determinación, Güzelay. Siempre lo he admirado desde que te enfrentaste a uno de los guardias en el desfile militar de Trecén".

Güzelay no dijo nada. Ella recordó ese desfile. Recordó la primera vez que se conocieron; el emperador quería compensarlo con una concubina o esclava. Muchas mujeres estaban reunidas bajo el sol, temblando de miedo ante la expectativa de ser la mujer del Carnicero de Neptuno. Güzelay se encontraba entre ellas, temiendo una vida de pesadilla. Borg pasaba revista, ignorando a cada una, incluyéndole. No obstante, él por un momento frente a una compañera... Y a Güzelay la miró de reojo.

Dado que no eligió a su concubina en ese momento, los guardias imperiales empezaron a escoltarlas de vuelta al palco techado construido especialmente para ellas, y posteriormente arrastraron a una chica, a la cual Güzelay reconoció como aquella mujer junto con la que secuestraron en la Tierra. Tras ella se encontraban su padre y su madre.

Cuando estuvieron a punto de violar a la chica y ejecutarla con su familia, Güzelay salió en su defensa. Ella no cedió ante la presión del guardia, quien le gritaba que se apartara. Fue entonces que Borg se interpuso cuando el guardia parecía atravesarla con su lanza, asesinándolo de forma instantánea con su espada.

El emperador, quien le tenía miedo, no hizo nada. El capitán de la guardia, por su parte, se disculpó con Borg por no haber entrenado bien al fallecido e instó a Güzelay a que se apartara, dado que aquella muchacha había traicionado al imperio. Güzelay se negó, diciendo que ella solo quería regresar a casa, pero fue Borg quien la apartó a cuestas.

"Me dijiste algún día...", murmuró, al recordar el momento en el que ella lo abofeteó. "Supongo que ese día llegó para ti cuando la Madre Emperatriz decidió entregarme a ti".

Zorg, quien permanecía silencioso hasta ese momento, miró a Borg con una mezcla de expectación y sorpresa, comprendiendo las dimensiones de lo que podría ser un asunto delicado entre el general y la joven terrícola. Si mal no recordaba, existían rumores de que el general tenía en la mira a una joven concubina, mas nunca se imaginó que esa mujer fuera la misma que se enfrentara a la favorita del emperador y su progenie.

Borg, en tanto, replicó: "Mis intenciones son honorables, Güzelay. Puedo protegerte y darte una vida cómoda".

"¿Y qué hay de mi familia? Ellos están buscándome en la Tierra", dijo Güzelay con honestidad.

"Ellos sabrán de ti a su debido tiempo. Por ahora no es prudente que los vayas a ver antes o después de la boda; en este momento una espía de Ecclesía está en la Tierra, buscando la localización de tu familia".