Bajo el Mismo Ángel | Poema

Ante el frío desabrido
de una tarde en soledad,
reclamo en llanto al extraviárseme un alma
y es desaforado el grito ante el cielo.
Aquel ruido es latente contaminante
y yo el ignorante pecador
que mira a la luna
buscando un consuelo ganador
que redimiera a su ausencia.
Un descuido al timón bastó...

Fue en la tarde previa a la noche,
en el fin de una montaña donde
mis gritos se perdían con los
rugidos que comete la ciudad,
hoy solo soy el conductor designado...

Así nada más,
llegasen con mi clamor, dos ángeles
recubiertos de una misma tela,
pero sus ojos diferían en tinieblas y luz
—¿Quiénes sois? —¡Con pavor les grité!
Llevo la mirada más prendida
que el licor que consumía.
—¡La vida y la muerte! —oí solo una voz
al unísono de dos respuestas.
Dos gemelas se posaron frente a mí
mientras calculaba la sobredosis de alcohol
entre cúmulos de mi tétrica realidad.

—A ambas quiero reclamar.
¿A quienes han perdido ustedes?
¿No odiáis la tarea que a esta tierra
le hacéis? ¿Quién os dio permiso
para robarse a la gente? —les digo
inundado de lágrimas que no
me dejan diferenciarles
debido a mi torpe enviciado juicio.

Me miran con cándida dulzura,
me seducen en silencio y entre líneas
leo los murmullos de mi agitada mente que,
sobregirada de rabia y vodka barata,
hacían retumbar al aire con estas palabras.
—Ángeles distintos parecen quienes
bajo un mismo gen trazan
desenlaces y orígenes.
Somos, fuimos, seremos,
una misma identidad —dijeron.

Frases sin sentido nada más,
—Trémulas belleza forajidas, han robado
mi tesoro más sagrado, a un alma simétrica
a la mía en bondad, complemento de energía,
a un fiel soporte, hoy resto a alguien
que me sumaba vida,
pero la traición fue
la muerte —fue el mareado
anuncio que hice.

Y ante aquel
lamento de abandono,
juntas una vez más,
en unánime voz dijeron:
—Un día hubo un ser que
decidió nuestra extinción,
lucía cansado en su viaje hacia el alba,
le vi a los ojos tristes e implorásele que
salvara a mi hermana. Él volteó en sombra
para ofrecerme un trato envuelto
de luminicensias.
"Tu gemela vivirá antágonicamente en ti,
seráis la vida y la muerte, mas solo tú
decidiréis reprendas u otorgues de vida.
Todos celebrarán la luz de ella.
Todos odiarán cuando tu viajes
y aunque el mundo crea que son
demonios, las dos serán
un solo ángel" —rezó su historia,
mientras el aire viajaba
de abajo hacia arriba.

En pasmo quedó la cruda,
secas mis pupilas y garganta por aquel
siamés cruel destino injusto
que, como el mío, puso en mi órbita
a dos almas en una sola
que pactaron sacrificio de amor,
frente al odio del pésame
o el salvarse de la muerte.
Ante aquella crueldad, volví a mirarles
distinguiendo los ojos del otro gen,
ofrecí mi amnistía y sellé
mi comprensión, dándole
otro suspiro a mi voz taciturna
que se apagaba...

Y cuando vi
los dos rostros de aquel ángel,
agradecí no ser yo quien decidiera
atrocidades y nuevas oportunidades.
—¿Por qué me dijiste tu verdad?
¿Acaso es por qué no estoy sobrio —repliqué.
—Porque nadie te va a creer luego de que
caigas por el precipicio y despiertes...
renacido —¡Abrí los ojos de golpe!
"Es un milagro...",
escuché...