Había crecido a la orilla del mar. Tan solo en aquel viejo faro que alumbraba las noches de tantos marineros que se lanzaban a ese temible oceàno en busca de alimentos para sus familias. Tiempos peligrosos, cuando la mar rugía, solìa esconderme debajo de la cama. Vivì mi niñez allí, con mi padre, el viejo Capitán Charles. Asì lo conocían en todo el lugar.

El tiempo del retiro lo agarrò en aquel faro, donde vivì hasta que fui un adolescente. Recuerdo que me daban miedo las noches, pensar en las tormentas que muchas veces lograban alcanzar las orillas del viejo Faro. Tiempos que no quiero recordar.

Mi padre, luego de retirarse por su jubilación, tan solo pensaba en el licor. Siempre quiso enseñarme las faenas para manejar aquel faro y yo, a decir verdad, tan solo quería escapar muy lejos del mar. Lejos de la oscuridad que significaba estar allí viviendo, a su inmensa orilla.

Aquella noche, cuando el viejo Charles dormía, tomè mi mochila y decidì partir, a buscar otros horizontes que me dieran un futuro diferente. Y es que yo no habìa nacido para el mar. Ni siquiera aprendì a nadar. Tomè mi camino y salì corriendo por aquella orilla, mojando mis pies en la arena. No me importò nada, tan solo quería irme de allí.

Corrì y corri escapando, ya iba amaneciendo. Charles, cuando despertara de la borrachera, seguro iba a salir a buscarme con aquel cinturón conque solìa darme las palizas cuando le gritaba con rabia que yo no iba a ser un hombre de mar.

Voy lejos, muy lejos, ya casi amanece. El cielo se abre y allá atrás quedò el mar. Hay un horizonte nuevo, lo puedo sentir. Descanso y respiro, suspiro.

Saliò el sol, y el cielo con sus copos de algodón. Sonrío y me abrazo, aquí voy, mundo, en busca de lo que me puede hacer feliz...

Esta es mi entrada al excelente ejercicio literario donde escribes acerca de una palabra o frase clave, durante cinco minutos. Yo la llamo Escritura Contra Reloj.