La fiesta maldita/El lobo

Llegué un poco intimidada detras de la mascara horripilante que me dejó mi pareja sobre la cama al lado de una capa roja Habíamos quedado en encontrarnos allí en la fiesta de su compañía para celebrar el día de brujas.

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No me gustaban ese tipo de fiestas pero había ido por complacerlo.
El me dijo que iría con una mascara de lobo. Pensé será fácil de reconocer ¿quién va a una fiesta de halloween con mascara de lobo?

Cuando entré me recibió una chica casi traslúcida vestida de blanco y sin mascara pero maquillada con el rostro de Catrina.

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No había nadie más en el lugar y me pareció muy extraño ya que era la hora correcta.

Me invitó a esperar en una antesala y mientras esperaba me sentí un poco ridícula con mi mascara de niña ensangrentada.

Un silencio extraño hizo que me recorriera un escalofrío a lo largo de la columna y me levanté para marcharme.
Me importaba poco que cuando la chica volviera por mí no me encontrara. Me dirigí a la puerta y estaba cerrada.

Los latidos de mi corazón se mezclaron a los de pasos que se acercaban y aguanté la respiración.

Se abrió la puerta por donde había salido la chica y apareció mi pareja con su mascara de lobo tendiéndome la mano.

Un gran alivio sustituyó mi angustia y comencé a hacerle preguntas atropelladamente. Con un gesto me indicó que hiciera silencio y me animó a que lo siguiera.

No me gustaba nada esa sorpresita que parecía haberme preparado a esas alturas ya no me creía lo de la fiesta y me me sentía burlada y un poco molesta.

Pasamos por varios pasillos oscuros, no se veía nada y solo me dejaba guiar hasta que entramos en un salon circular muy frio y con un olor muy profundo que no supe identificar. Unas luces rojas muy tenues apenas permitían adivinar cómo era aquel lugar.
Sentí en medio del oscuro silencio la respiración de otros seres.
Desde la penumbra pude ver formas que comenzaron a levantarse. Eran personas que estaban inclinadas bajo capas oscuras.

No podía creer lo que estaba viendo, todos llevaban la misma mascara de lobo y no tenía idea si el que me fue a buscar era mi marido.
El terror se apoderó de mí y comencé a gritar, recuerdo que traté de huir y que todos me acorralaban.

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Cuando desperté muy tarde al siguiente día estaba en mi casa, no podía recordar lo que había sucedido después de escuchar mi propio grito.

En mi cama y sobre la otra almohada había una nota que decía.

Quizás hubieras preferido al cazador.

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