Relato: Una nave espacial en el mercado de Santiago

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Era una mañana tranquila en el mercado de Santiago, ubicado en el corazón de la ciudad de Mérida, Yucatán, México. Los comensales estaban sentados en las mesas, disfrutando de platillos regionales como tamales, poc-chuc, panuchos, salbutes, y cochinita pibil; los músicos ambulantes tocaban sus instrumentos para entretener a la multitud, con la esperanza de ganarse unas cuantas monedas que permitieran completar su sustento diario.

Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por un inesperado temblor que sorprendió a todos los que se encontraban en el sitio. Algunos pensaron que era un terremoto, fenómeno natural muy inusual en aquella zona del sureste mexicano, por lo que enseguida trataron de mantener la calma y buscar un sitio seguro. No obstante, otros más observadores notaron que los pájaros se comportaban de forma extraña, como si huyeran de algo.

De repente todo se oscureció, con fuertes vientos soplando de todas direcciones que obligaban a las personas a resguardarse en el interior del mercado. Algunos individuos, impulsados por la curiosidad, se dirigieron hacia el parque, en donde notaron actividades inusuales. La sorpresa fue grande cuando, al salir, descubrieron una enorme nave ovalada hacía su descenso a un lado del estacionamiento y de la estatua de José Santos Degollado, influyente político yucateco del sigo XIX.

De pronto, la escena de un aterrizaje extraterrestre empezó a ser capturada por las cámaras de los presentes, quienes decidieron publicarlo todo en las redes sociales; algunos incluso realizaron grabaciones en vivo.

Un par de segundos después las compuertas se abrieron delante de un anciano que se encontraba de pie, inmóvil ante la expectativa de lo que podría suceder. De su interior salió una criatura extraña, de estatura enorme, con una armadura plateada, manitas muy pequeñas y patas de tres dedos. La cabeza estaba cubierta con un casco que tenía la forma de un reptil.

El impacto que tuvieron muchos todavía era mayor cuando la criatura se reveló ante todos como un dinosaurio, un tiranosaurio rex para ser precisos, y quizás más cuando, sacando de quién sabe dónde un mapa, dijo con voz fuerte y clara lo siguiente: " ¡Buen día, estimado señor! Disculpe, ¿aquí venden kibis rellenos de queso de bola y carne?"

Una señora, al escuchar la pregunta, le respondió: "No precisamente dentro del mercado, pero sí, aquí es. ¿Ve a la muchacha que está ahí, con su canasta de cristal? La de la esquina. Ella los vende; los puede pedir preparados con su repollo y su salsa de tomate".

El dinosaurio extraterrestre, feliz, se volvió hacia la entrada de la nave y exclamó: "¡Oye, José Luis!, ¡aquí sí venden los kibis rellenos! ¿Cuántos vas a querer?"

El tal José Luis, quien resultó ser otro tiranosaurio, respondió: "¡Veinte! Y si se puede, también unos cinco polcanes de frijol con todo, y unas cinco empanadas de queso".

Kibis
Fuente de la imagen: Pexels



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