Relato: La araña amarilla

Una mañana desperté en el sofá. Estaba en la sala de mi casa, recientemente nueva y adquirida. Era un lugar particularmente espacioso, con el comedor colocado junto al gran ventanal que daba a un patio de árboles frondosos.

No obstante, cuando miré hacia abajo, me sorprendí al ver que, debajo de una de las sillas, colgaba felizmente una araña grande, gordita, con la parte superior atravesada con una línea negra. La señorita araña parecía un robot, haciendo una y otra vez la misma acción: con la ayuda de su telaraña bajaba, caminaba un par de pasos, y volvía a subir.

Ignoro cuántas veces la vi haciendo eso, porque sentía una gran fascinación y expectación que no podía moverme del sofá.

Cuando cerré mis ojos y los volví a abrir, el escenario cambió... O más bien me desperté, encontrándome en la hamaca, a las cinco de la mañana, con las ganas de ir al baño y con la panza un poco llena de gases.

Ignoro qué significado tendrá la araña, pero me pareció muy llamativa verla en su asunto, subiendo y bajando, completamente ajena a sus alrededores. Quizás deba buscar su significado o dejarlo así y volverme a dormir.