Relato: Entre las dunas de Folka

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Fuente de la imagen: Pexels

Era una noche calurosa en el palacio de Longinos, ubicado en el planeta desértico de Folka.

Rodeada de flores de vibrantes colores se encontraba, en la terraza de una habitación, una fuente de la cual brotaba agua cristalina. Sentada en sus orillas se hallaba una joven, cuya edad oscilaba entre los 30 y los 35 años, contemplando la bóveda celeste siempre adornada con sus cinco lunas y sus estrellas siempre brillantes.

En noches calurosas como aquella, Juliana Potosí se preguntaba muchas cosas respecto a su vida.

A su juicio, la vida era una auténtica hija de puta. Nacida en el planeta Tierra, concretamente en el sureste mexicano, su vida parecía estar destinada a ser una del montón, con sus sueños e ilusiones rotos por el peso de un futuro incierto. Desempleada, sin muchos amigos, con un desastroso historial de relaciones sentimentales y un estado familiar demasiado tensa. Sin embargo, las cosas cambiaron una noche, cuando fue secuestrada de camino a la biblioteca universitaria, en donde se refugiaba para hacer los pocos trabajos que lograba obtener como freelancer.

Lo peor era que los secuestradores ni siquiera eran de algún punto de la Tierra. Eran traficantes intergalácticos, mercenarios pagados por gente muy adinerada para conseguir cualquier cosa en cualquier planeta.

Sus captores habían recibido órdenes del gobernante de los Cinco Planetas de Orión, Lyonekes III, de buscar mujeres para el ejército. Su intención era presentar a las mujeres como un regalo a sus mejores generales, entre ellos a Marcus Junius Vetala, con quien había sido obligada a casarse.

Vetala era famoso por su ferocidad, su frialdad y su carácter explosivo, así como por su obsesión lujuriosa por la Alta Concubina del emperador, Helena, a quien le prodigaba todas las atenciones amorosas de un marido apasionado, mientras que a Juliana solo la ignoraba y trataba con indiferencia.

Juliana intentó muchas veces divorciarse de él bajo el argumento de diferencias irreconciliables, pero pronto descubrió que Vetala no estaba interesado en hacer el proceso. No comprendía cómo era posible semejante desinterés; quizás era de aquéllos que les preocupaba mucho las apariencias o simplemente la veía como un plato de segunda mesa en caso de que Helena lo mandara al carajo.

Lo primero le parecía lo más razonable, pues hubo un pequeño período en el cual ella visitaba la Periferia, una zona de clase baja rebosante de vida donde abundaban los pubs llenos de toda clase de personas, desde artistas hasta prostitutas. Ella llegó a posar para varios artistas en distintas formas, con o sin ropa; la obra más famosa era un retrato de ella completamente desnuda, con solo un collar como su único adorno, recostada en una silla con mirada llena de espíritu. Una obra que muchos admiraban cada vez que acudían al estudio del artista por la belleza del trazo que capturaba perfectamente su personalidad, hasta que el enfurecido Vetala lo adquirió para destrozarlo delante de ella, con el argumento de que estaba protegiendo su honor.

Por esa razón ella había decidido encerrarse en su propio mundo, con la biblioteca del palacio imperial como su refugio de soledad. Ignoró a muchos cortesanos, incluyendo al propio Vetala y a Helena; continuó desafiando la opinión de la gente yéndose a la Periferia a explorar, a conocer a su gente, a convivir con los artistas.

Estaba haciéndose una vida ajena a la intriga palaciega y a la política. Estaba ya haciéndose a la idea de que si no lograba regresar a la Tierra, al menos viviría feliz en su pequeño mundo.

Por desgracia, hubo una noche en donde las cosas volvieron a cambiar: Unos traficantes la secuestraron, aprovechando que estaba sola en la biblioteca. Exigieron a Vetala una cuantiosa suma de dinero, bajo amenaza de matarla si no accedía a sus demandas. La respuesta de Vetala fue la indiferencia y el silencio, actitud replicada por miembros de la corte y hasta por la familia política entera. Para Juliana, aquello era en cierto modo lo esperado. Vetala nunca la quiso; solo la veía como un estorbo en su camino hacia el corazón de Helena.

Los traficantes, aunque eran conocidos por el arte del engaño y la manipulación, consideraron que esa nula respuesta era en cierto modo demasiado cruel hasta para ellos mismos. Por lo tanto, decidieron venderla como miembro del harén al pashamá Yobante de Folka. La sorpresa de la joven fue grande cuando Yobante la reconoció como la joven del hermoso retrato desnudo con una joya que vio alguna vez en el estudio de un artista, así como por ser la mujer que solía contar historias de la Tierra en los pubs.

Ahora se encontraba en un planeta desértico cuya ciudad evocaba mucho a las de los faraones; en la corte de un gobernante de lengua afilada, pero con amplio sentido de justicia, quien le confió el cuidado y la educación de uno de los hijos que tuvo con una de sus tantas mujeres.

Ahí, en las dunas de Folka, Juliana encontró una vida más tranquila, llena de pequeñas aventuras entre las exploraciones de los rincones del planeta y las historias que recordaba de la Tierra.

Una vida feliz.



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3 comments
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Me encanta. Voy siguiendo la historiaaaaaaaaaaaaa.

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¡Muchas gracias, @daya24 ! Me alegra mucho de que el relato haya sido de tu agrado. En estos días voy a publicar otros relatos relacionados con este pequeño universo, así como con otros universos. ¡Saludos y que tengas un bonito día!

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Los espero, querida. EStán muy bueno. me encantaría que me avisaras cada vez que subas una de tus historias.

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