Relato: El Carnicero de Neptuno

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Fuente de la imagen: Pexels

"Güzelay no merecía ser castigada".

La Madre Emperatriz Laemia miró de reojo a Deepika, una de las Altas Concubinas de su hijo, el emperador Ergane VI.

Esa mañana había acudido al Palacio de los Suspiros con el objetivo de anunciar unos cambios en el harén a fin de prevenir que se repitiera un hecho lamentable que aconteció el día anterior, considerado como la cúspide de un odio absurdo y peligroso entre su nieta Oranna y Güzelay, una concubina con la que su nieta solía buscar pleito solo por querer fastidiar a otros.

Si bien coincidía en que Creonte había obtenido su merecido y que Güzelay por lo consiguiente, era absuelta de su muerte, la Madre Emperatriz sabía que las cosas podrían empeorar si no intervenía pronto, sobre todo porque Oranna nunca entendía que había personas con las que era mejor no tener enemistades.

"Veo que ella estuvo aquí", dijo la Madre Emperatriz.

"Sí, lo hizo. Nosotras la ayudamos a despojarse las ropas de la concubina para colocársele el de las esclavas", señaló Makeba con sutil ira.

La Madre Emperatriz miró a todas las mujeres del harén. Varias la miraban con seriedad y comprensible indignación.

Güzelay solo se defendió de un intento de violación; si mató al hombre era porque su vida peligraba. Todas las concubinas vieron el holograma la noche anterior; era bastante evidente que Creonte iba a matarla, y que la orden provenía de Oranna. Fue una muerte en defensa propia.

"Quiero que sepan que no fue para mí una decisión fácil de hacer", dijo la Madre Emperatriz. "Las pruebas estaban ahí, pruebas que demostraban su defensa y su inocencia. No merecía castigo alguno, pero hemos de estar conscientes que un asesinato de esa naturaleza no puede estar sin castigo".

"¿Asesinato? ¡¿Asesinato?! ¡¿Qué hay de las víctimas de Creonte?! ¡¿Acaso ellas también merecen ser castigadas por solo ser víctimas?! ¡¿Merecen ser castigadas por defenderse de ese cerdo?!", estalló Ji-won.

"¡Mi señora!", exclamó Hara, su esclava, atemorizada.

"Entiendo tu indignación y tu ira, Ji-won. En verdad lo entiendo, pero ¿es que acaso prefieres un baño de sangre en el harén a cortar de raíz el origen del caos?".

"Oranna fue quien empezó todo, si vamos a ser justas", señaló una concubina. "Si no hubiera hecho un berrinche de la nada por una estúpida mancha fácil de quitar, nada hubiera ocurrido. Todas somos testigos de ese incidente. Además, Güzelay nunca quiso buscar problemas con nadie; con nosotras se llevaba estupendamente bien".

"Eso si Ecclesía hubiese hecho bien su papel como madre", añadió otra, con ironía.

Varias asintieron, a lo que la Madre Emperatriz replicó: "Ese es otro hecho lamentable que abordaré en su momento con ella. Ahora... Creo que el general Borg la tratará bien; es alguien que sabe ver el talento de las personas. Güzelay estará bien con él... Si lo obedece".

Con lentitud, el general Adelbarae Borg observó con una mezcla de curiosidad y placer a la mujer de larga cabellera oscura que se encontraba de pie, enfundada en atavíos sencillos de vibrantes colores y con una mirada seria, por no decir expectante y desafiante.

¿Quién diría que tendría en sus manos a Güzelay, la concubina terrícola que significaba un auténtico quebradero de cabeza para la Serpiente de Nibiru y su progenie? Una mujer que quizás no era de belleza exuberante, pero sí de notable inteligencia y determinación que no se dejaba intimidar por nada ni por nadie, ni siquiera por la mismísima Madre Emperatriz. Una mujer que se las ha ingeniado para sobrevivir, quizás con la esperanza de encontrar el modo de liberarse del imperio y regresar a su amado hogar, la Tierra.

Una mujer que en cierto modo lo tenía cautivado desde que la vio por primera vez en Trecén, durante el desfile militar que el emperador celebró en su honor, y que ahora estaba en sus manos.

Sin rodeos, Borg le dijo: "Si aceptas ser mi esposa, te liberaré de tu condición de esclava".

Güzelay le miró con estupefacción. ¿Acaso estaba alucinando? El Carnicero de Neptuno, el hombre más despiadado y brutal del imperio, estaba pidiéndole matrimonio. ¿A qué se debía eso?, ¿qué motivos tendría el general como para pensar que ella accedería, jugando cruelmente con su libertad?

"Piénsalo... Tienes hasta mañana para darme respuesta".



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