SAN NICOLÁS

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SAN NICOLÁS

DE UN MOMENTO A OTRO aparecerá San Nicolás y sorprenderá a nuestros niños en la mismita confusión del año pasado. Lo grave y triste es que nadie haya hecho nada por evitarlo. Pienso yo que desde el mismo mes de noviembre, cuando ya presumíamos que íbamos a tener Navidad, se debieron haber tomado las previsiones para que nuestros niños recibieran al simpático gordito con una sola idea acerca de su persona, su procedencia y sus rasgos característicos. Debimos, insisto, convocar una reunión urgente con las asociaciones de vecinos, los maestros, los padres y representantes con un solo punto para tratar: San Nicolás.
     Y es que se hace necesario que nos pongamos de acuerdo en todo cuanto tiene que ver con este santo legendario para que todos los padres repitamos lo mismo. De esa manera podríamos evitar tantos disgustos y confusiones que tienen a nuestros niños en el borde de creer que en este país somos una sarta de embusteros. Porque sumado a lo que se dice por la televisión del Estado, una televisora que afortunadamente muy pocos ven, y sumado a los embustes descomunales de ese perverso personaje que te conté, se agregan las diferentes versiones que los niños reciben acerca de San Nicolás.
     Me decía Teresio de la Porra que en su barrio algunos niños se habían ido de manitas en defensa de sus creencias sannicolaseras e incluso de sus creencias en los Reyes Magos, cuya confusión es todavía mayor.
     —Pues a mí me dijo mi papi —señalaba un pecosito mocoso hijo de un funcionario del gobierno nacional— que San Nicolás es miembro del equipo Vinotinto y por eso es que se viste como se viste.
     —Porque tu papi es un ignorante —le ripostaba una niña que era respondona por parte de padre y madre—, porque resulta que los Vinotinto son vinotinto y no cargan gorra ni botas, sino guayos. Además, si fueras un poquito despierto te darías cuenta de que no solo carga un gorro rojo, sino también toda la ropa roja. Si fuera del equipo Vinotinto no cargaría ropa roja, sino vinotinto y en vez de bolso con juguetes cargaría un par de balones.
     —Pues eso es una verdad a medias— saltaba un negrito de ojos saltones—, porque yo sé que San Nicolás cuando no es Navidad se viste con un flux gris y no usa gorreto, sino un sombrero Borsalino.
     —¿Y cómo sabes tú eso, si a San Nicolás nadie lo ve cuando no es Navidad? —lo contradecía un Joseíto asmático que ya había pasado para tercer grado.
     —Porque me lo contó mi tía Ernestina, que una vez estuvo en Miami, en Carnaval, y lo vio en una fiesta ¿No ven que San Nicolás es de Estados Unidos? —aseveraba el negrito con una convicción que quitaba el hipo.
     —Pues ¿quieres que te diga una cosa, pedazo de zonzo? Lo que vio tu tía no fue a San Nicolás, sino a un gordo cualquiera mondo y lirondo, porque San Nicolás no es de Miami. De Estados Unidos es Santa Claus, San Nicolás es de Cabimas, de donde mismo es mi mami, que hasta estudiaron juntos en el Fe y Alegría —aseveró una niñita.
     —Pues no. Te equivocas, porque Santa Claus es de Canadá, de Estados Unidos es Papá Noel ¿oíste? —metió cuchara otra muchachita de gruesos lentes.
     —Nosotros tenemos un vecino japonés que dice que en su pueblo San Nicolás no se llama San Nicolás, sino Danta Kurosu —intervino ese muchachito flaco que está en todas partes y que siempre nos sorprende con sus intervenciones.
     —¡Ay, sí, cómo no! —se burló un gordito malasangroso—, yo tengo un vecino que es de Yaracuy y dice que en Sorte lo llaman Danta Panzona...

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     Esto, señores, es el caos. Tantas versiones y mentiras les hemos dicho a nuestros niños que ya muchos de ellos se han vuelto escépticos y prefieren creer en las falsedades del que te conté, lo cual bien mirado, es peor que cualquier otra cosa. Porque los niños de esta época no son tontos como lo fueron los niños de la época nuestra.
     Así que lo que se impone de emergencia es que asumamos nuestra responsabilidad y obliguemos a los papás a manejar una sola versión y aquel que se salga de esa idea, pues que se le castigue con un cacerolazo, que como bien nos hemos dado cuenta, duele más que una pedrada.

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Tomás Jurado Zabala
Gracias por sus amables lecturas



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