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Un cordial saludo Damas y Caballeros, miembros activos de esta comunidad. Muy contenta de unirme a la diversión, en el Concurso #157 con la interrogante:

2️⃣ ¿Cuándo ha sentido su mayor descarga de adrenalina?

He tenido circunstancias que han exacerbado y disparado la elevación de la adrenalina, porque en esta vida convulsa y espasmódica en la que transito y circulo a diario, no he estado exenta de acontecimientos llenos de ansiedad y estrés. Pero si hablamos de sensaciones y efectos, hay una situación en particular que se lleva el primer lugar y es la historia que compartiré con ustedes. Se trata de un evento colmado de adrenalina, que representa un antes y un después en mi concepción de la filosofía de vida. Te lo relato a continuación.

Era un domingo de Enero, a las siete de la mañana. Lo recuerdo porque al salir de casa miré mi reloj de pulsera y eso era lo que indicaban las manecillas del reloj. Tenía prisa, mi cabeza sólo manejaba preocupaciones, abstraída en mis pensamientos y distraída de lo que me rodeaba. Mamá estaba en la etapa terminal de su enfermedad, había pasado una muy mala noche, no había podido dormir. Y yo tampoco había podido descansar, presenciando su agonía. El propósito de la salida era conseguir algunos medicamentos (analgésicos opioides) para aliviar su dolor.

La mañana era fría, todo estaba en calma y silencio, y no veía a ningún vecino deambulando por los alrededores. No me sorprendió en absoluto, así de solitarios eran los domingos a esa hora, en mi zona residencial. El trayecto para tomar el bús de transporte público, era de unas cinco manzanas. Cuando estaba a mitad de camino, vi pasar una motocicleta con dos ocupantes en sentido contrario, pero no presté atención, no activé mis alarmas, ni puse en práctica el dicho "piensa mal y acertarás".

Así, brusca y violentamente, fui sorprendida por ambos hombres, quienes se acercaron a mí. Inmediatamente, el del asiento trasero sacó una pistola de una bolsa y me apuntó con ella. El hombre destilaba furia y con ojos desorbitados me gritaba una y otra vez que le entregara mis pertenencias. El delincuente, que iba delante, aceleraba continuamente la moto, dispuesto a huir en estampida.

Al principio, experimenté un embotamiento, me sentía entumecida, no procesaba las ideas adecuadamente, no generaba pensamientos conscientes y me encontraba en el limbo, como a cámara lenta. Los gritos repetitivos de mi asaltante y un disparo cerca de mis pies me situaron en el momento que quería eludir. Estaba en un atraco y yo era uno de los protagonistas de la escena, era víctima de dos delincuentes armados, en una situación de peligro inminente, y mi vida pendía de un hilo.

El disparo me catapultó a la realidad, mi cuerpo experimentó un tumulto de emociones, los efectos del subidón de adrenalina en respuesta a la situación que estaba viviendo. Mis órganos empezaron a expresarse de muchas maneras. Mi corazón latía sin control, como si quisiera salir de mi cuerpo. Tenía las manos entumecidas, sentía náuseas, empecé a sudar profusamente y me invadió un terrible dolor de cabeza. Mis pensamientos resurgieron y se activaron, empezaron a cruzar por mi mente y me puse alerta ante la situación. Tenía que actuar con rapidez y eficacia. El agresor, que ya había disparado una vez, estaba ofuscado e irritable. Me pregunté: "¿Huir?" Me volví a interrogar: "¿En un espacio abierto, todo desolado, y los asaltantes en moto?" No, ésa no es la solución.

Les diré que, con pesar, empecé a quitarme los aretes y el anillo, él me arrancó el reloj de pulsera y la cartera. Cuando el delincuente vio que sólo había el equivalente en efectivo a cuatro billetes de autobús, tiró el monedero y esparció mis tarjetas de débito por la calle. Y huyeron a toda velocidad.

Recogí mis documentos esparcidos por la calle y los metí en mi bolso. En ese momento me fallaron las piernas y me senté en la acera a llorar. Pasaron minutos, tal vez horas, hasta que recuperé la compostura y mi cuerpo volvió a la normalidad. Así fui interiorizando lo que sentía y experimentaba. Me levanté y fui a cumplir mi propósito, buscar las medicinas de mi madre.

Me he entrenado en defensa personal y siempre planifiqué cómo actuaría en una situación de peligro inminente. Pero con este suceso descubrí que las reacciones, acciones y respuestas conductuales, emocionales y fisiológicas son impredecibles e incontrolables.

Nunca le comenté a mi madre este episodio. Ya era suficiente con su lucha y con lo que tenía que soportar. Era inaceptable causarle más preocupación y angustia. Así que aquel día de Enero fue bizarro, raro, extraño e inusual. Un acontecimiento triste...

A cordial greeting Ladies and Gentlemen, active members of this community. Very happy to join the fun, in Contest #157 with the question:

2️⃣ When have you felt your biggest adrenaline rush?

I have had circumstances that have exacerbated and triggered the adrenaline rush, because in this convulsive and spasmodic life, in which I travel and circulate on a daily basis, I have not been exempt from events full of anxiety and stress. But if we talk about sensations and effects, there is one situation in particular that takes the first place and it is the story I will share with you. It is about an adrenaline-filled event, which represents a before and after in my conception of life philosophy. I will tell you about it below.

It was a Sunday in January, at seven o'clock in the morning. I remember it because as I left the house I looked at my wristwatch and that was what the hands of the watch indicated. I was in a hurry, my head was only handling worries, abstracted in my thoughts and distracted from my surroundings. Mom was in the terminal stage of her illness, she had spent a very bad night, she had not been able to sleep. And I hadn't been able to rest either, witnessing her agony. The purpose of the outing was to get some medication (opioid painkillers) to ease her pain.

The morning was cold, everything was calm and quiet, and I could not see any neighbors wandering around. I wasn't surprised at all, that's how lonely Sundays were at that hour, in my residential area. The walk to catch the public transportation bus was about five blocks. When I was halfway there, I saw a motorcycle with two occupants, passing in the opposite direction, but I did not pay attention, I did not activate my alarms, nor did I put into practice the saying "think wrong and you will be right".

Thus, abruptly and violently, I was surprised by both men, who approached me. Immediately, the one in the back seat pulled out a pistol from a bag and pointed it at me. The man exuded fury and with wild eyes shouted at me over and over again to hand over my belongings. The offender, who was in front, continuously accelerated the motorcycle, ready to flee in a stampede.

In the beginning, I experienced a dullness, I felt numb, I did not process ideas properly, I did not generate conscious thoughts, and I was in limbo, as if in slow motion. The repetitive screams of my assailant and a shot close to my feet placed me in the moment I wanted to elude. I was in a robbery and I was one of the protagonists of the scene, I was the victim of two armed criminals, in a situation of imminent danger, and my life was hanging by a thread.

The gunshot catapulted me into reality, my body experienced a tumult of emotions, the effects of the adrenaline rush in response to the situation I was experiencing. My organs began to express themselves in many ways. My heart was beating uncontrollably as if it wanted to leave my body. My hands were numb, I felt nauseous, I began to sweat profusely and a terrible headache invaded me. My thoughts resurfaced and became active, they began to cross my mind and I became alert to the situation. I had to act quickly and effectively. The assailant, who had already fired once, was obfuscated and irritable. I asked myself, "Run away?" I reinterrogated myself: "In an open field, all desolate, and the assailants on a motorcycle?" No, that's not the solution.

I will tell you that, with regret, I started to take off my earrings and ring, and he ripped off my wristwatch and wallet. When the offender saw that there was only the cash equivalent of four bus tickets, he threw the purse away and scattered my debit cards on the street. And they fled at full speed.

I picked up my documents scattered on the street and put them in my bag. At that moment my legs gave out and I sat down on the sidewalk to cry. Minutes passed, maybe hours, until I regained my composure and my body returned to normal. Thus I was internalizing what I felt and experienced. I got up and went to fulfill my purpose, to look for my mother's medicines.

I have trained in self-defense and always planned how I would act in a situation of imminent danger. But I found with this event, that behavioral, emotional and physiological reactions, actions and responses are unpredictable and uncontrollable.

I never told my mother about this episode. Enough was enough of her struggle and what she had to endure. It was unacceptable to cause her more worry and distress. So that day in January was bizarre, weird, strange and unusual. A sad event...