LA VIDA EN EL CAMPO


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La vida en el campo es bonita mientras no falte un trozo de carne, un buen chinchorro y un contador de cuentos. Voy conforme con estos tres requisitos porque teniendo chinchorro tengo el lugar ideal para leer y descansar, y teniendo carne soy el llanero más feliz del mundo y en cuanto a los cuentos les voy a referir uno corto que escuché la noche del veinticuatro de diciembre.



     Asunción Landaeta comía de todos, pero nadie metía la cuchara en su sopa. De pequeño fue así, paseaba en los caballos de los primos, montaba las bicicletas de los demás, y en lo de él, nada. De joven enamoraba las hermanas de otros y hasta llegó a comer de la guayaba prohibida de varias, pero al enterarse de que algún carpintero le cortejaba una hermana, armaba escopeta contra la relación y apagaba los focos de calentura de los enamorados.

     Pero no todo es picar y probar lo ajeno porque el zamuro va de salto hasta que vuela y Sensión Landaeta tenía mañas hasta que nació el Perico, el hijo de Macario con la india Mariana. Desde que creció le puso el ojo a Luisa, la hija de oro de Landaeta; primero jugaron cuando niños, luego fueron a la misma escuela y fue ahí cuando la muchacha empezó a sufrir de unos dolores agudos de barriga. En la tarde, luego de sus labores escolares, almorzaba y comenzaba la angustia de la muchacha y cada media o cuarenta y cinco minutos iba al conuco a evacuar sus dolencias.

     «Pobre niña» decía la madre, «los fines de semana es peor porque los dolores le dan mañana y tarde». Los dolores se le quitaron un lunes, ya había cumplido trece años, había salido a estudiar y no regresó al mediodía ni ese mes; con tres meses de embarazo volvió a casa de visita y Sensión Landaeta no le quedó otra que tragarse la mamadera de gallo de que el Perico le había comido el maíz en su propio conuco.

     Pocos días de haber nacido el Perico, ya el Chácharo era bueno con su cháchara en las reuniones, pero el que mucho habla poco aprieta y viendo que su hermano menor le llevaba ventaja porque ya tenía mujercita para apretar, miró aquí, miró allá y lo más bonito que vio estaba en casa de Landaeta. Un Landaeta que había redoblado la seguridad para evitar que le siguieran comiendo el maíz, aunque el Chácharo se las ingenió para llegarle a Soledad, la mayor de los tesoros de Asunción. Le escribió canciones que tarareaba en noches de luna, le enviaba recados con las amigas, le dejaba notas escondidas en los caminos y en todos estaba la proposición de que se vieran en el conuco.

     Soledad rompió su silencio sólo para decirle que «en el conuco no, que ahí mis hermanos hacen de espantapájaros con una escopeta cada uno». Y como la muchacha no sólo se llamaba Soledad, sino que Landaeta le habían atribuido los rasgos de la palabra, pues la creía apática a los hombres, la dejaban sola en casa y de allí la sacó el Chácharo una mañana porque la joven le había mandado a decir que si silbaba corrío era para que estuviera atento; que si silbaba tres veces era para que se dejara llegar poco a poco y cuando sólo fuera un silbido, que viniera por ella; pero en la confusión de la emoción, el Chácharo se apareció sin esperar silbido y tuvieron que salir sin hacer maletas y con el susto de ser perseguidos por los espantapájaros de Landaeta.

     Cuando Soledad vino de visita, Landaeta supo que sería abuelo por segunda vez y como todavía le quedaban tres muchachas, entendió que no podía evitar que se casaran y ahí aceptó que llevaran a sus enamorados a casa y porque no quería que siguieran diciendo, con ese tono burlón del populacho, “que el último maíz se lo comió un Perico, que el primero se lo comió un Chácharo y que el resto no sería para los zamuros porque los buitres no comen sano y las que quedaban eran maíz tierno.



Texto y fotografías de @jesuspsoto



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Un encantador "cuento de pueblo"... No tan cuento, porque hasta no hace mucho pasaba mas de una vez... Digo yo... Porque ahora las muchachas se andan con menos remilgos y hasta son ellas las que deciden donde comerse el maíz y con quien y como y vaya usted a saber... Excelentes lineas tocayos, con la esencia de esos cuentos nuestros de hamaca y tarde fresca... Saludos / bendiciones para todos por allá.

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Saludos Tocayo, me traje ese relato que apunté con la velocidad de un rayo y porque estos días no he tenido tiempo sino para la familia, los amigos y los cosas del campo. Ahí vamos, haciendo lo que se puede para la plataforma.

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Este relato me gustó mucho, muy bien logrado y con todo el sabor del llano Venezolano, gracias por compartirlo.

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