En la gastronomía venezolana el mes de diciembre es sinónimo de hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina, dulce de lechosa, pernil horneado, pero entre todas estas exquisiteces, la insigne representante del sabor navideño es sin lugar a dudas, la hallaca. Para nosotros, los venezolanos, en esas hojas de cambur o plátano se envuelve nuestra cultura, nuestras tradiciones, en ese guiso glorioso de res, cerdo y gallina, el sabor se combina con el encuentro en familia, los abrazos entre amigos, la celebración de la vida.

La mejor hallaca, la hace mi mamá

A pesar de las dificultades económicas que hoy en día atraviesa el país, en cada hogar se hace el sacrificio de mantener viva la tradición, con lo mucho o lo poco, la hallaca siempre engalana la mesa del venezolano donde quiera que éste se encuentre. Como una perfecta y estructurada línea de producción, cada miembro de la familia tiene una tarea específica en la elaboración de las hallacas, siendo la sazón del guiso responsabilidad de "mamá", porque si hay algo que tenemos claro, es que “la mejor hallaca la hace mi mamá”.

Más allá de la temporada navideña...

Ahora bien, todo eso es en diciembre, y yo siempre digo que esto se hace una sola vez al año considerando el trabajón que representa hacer hallacas, de verdad, es muuuuucho trabajo, de allí la importancia de hacerlo en familia para aligerar las cargas. Sin embargo, comer hallacas cualquier otro mes del año, es un privilegio, un manjar de dioses que por alguna extraña razón tiene un sabor a gloria, además de estimular al paladar para la tan anhelada temporada navideña.

Por solo $1,5

Hace unos días, una amiga publicó en el grupo de amigos del colegio que estaba haciendo hallacas para la venta, ella es una brillante ingeniero de petróleo que dadas la situación del país descubrió que aquí los oficios son más rentables que la profesión, pero no opaquemos el momento con ese golpe de realidad, lo cierto del caso es que comentó que las vendería a $1.5, lo que me pareció baratísimo, considerando todos los ingredientes que lleva una hallaca, y repito, el trabajón de hacerlas.

Por un momento lamenté que ella estuviese a 120 Km de distancia, se me hizo agua la boca imaginar comer hallacas en octubre, pero enseguida dijo: "te las puedo mandar amiga"... no se diga más, de inmediato formalicé mi pedido y le hice el pago. Ayer estuve ansiosa esperando esa llamada para ir a buscar lo que sería mi banquete de almuerzo.

¿Saben algo maravilloso de comer hallacas? que solo hay que calentarlas y ya, no hay que cocinar, preparas una ensalada para acompañar, y es todo. Y así fue, pocos minutos después ya estaba saboreando mis primeras hallacas pre-navideñas.

Para no ser las de mi mamá, ni las mías, debo decir que estaban muy sabrosas, aunque como le comenté a mi amiga: “a las mías que les pongan huevo” jajaja ya saben, tradiciones orientales.

Con total seguridad en diciembre haré las hallacas de mi familia, tradición es tradición, pero por ahora sé que la mesa estará servida para deleitarme con otras propuestas.

Después de haber degustado estas hallacas ayer, se activo en mi ese espíritu gastronómico navideño... ahora mismo no dejo de pensar en que ya es momento de disfrutar un bien pan de jamón… eso viene.

Buen provecho...

_{Todas las imágenes de esta publicación son de mi autoría y propiedad tomadas con un teléfono móvil iPhone 12 Pro Max.}