doca (II) | poema

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doca (II)

aquella noche, entre los cuerpos enredados
cuando los pastos aún crujían bajo las botas
recordé tu boca sorbiendo la aloja
los pescados colocados sobre un cuero
los frutos silvestres, la miel de llana
y me ungí con tu sangre y con todas las sangres
soy la voz quebrada, me dije, soy el llanto
y también mis labios eran de sangre ajena
y mis pensamientos eran de otros, salvajes
estoy rugiendo en el monte, la carne quemada
soy el recuerdo, me dije, estamos juntos
como aquella tarde a la orilla del río
y así respiraba, porque había ranas y grillos
me llevo tu sangre solo para nombrarla
y también nuestra historia junto al fuego
por eso mis manos buscaban en tu herida
mañana es un pozo, no escapan las palabras
y pasé tu sangre por mis brazos y mi cuello
y mis gritos eran crueles, una lengua agreste
pero eso ocurría muy lejos, no allí, entre las malezas
no entonces, ni siquiera bajo la lluvia
voy a rugir, me dije, lo que resta de la noche
no esta noche, no estoy hablando de estas cosas
y me levanté lentamente, a tientas entre los cuerpos
o quizás me arrastré como un lagarto, o volé
no lo recuerdo, solo tu boca sorbiendo la aloja
y de algún modo llegué hasta el río
tal vez un remanso, frutos silvestres, grasa de pescado
o la corriente brillando detrás de las totoras
y entonces el agua comenzó a borrarme con fuerza
tu sangre se iba con la corriente, todas las sangres
y detrás no había nada, nunca hubo nada
no tengo cuerpo ni forma, soy la voz, me dije
y no se escuchó nada, acaso una voz sin sangre
y eso no ocurrió nunca, nada ocurrió nunca
y dicen que crucé el río y caminé hasta allí
y me abracé a mi gente y comí miel de llana
y lloré y conté historias y seguí llorando
pero nada de eso es cierto, son solo imágenes
estoy en otro lado, sin voz, a tientas, sangrando
brillando detrás de las totoras y los juncos
lloro porque soy el río que lava mi sangre
palabra tras palabra, lentamente, a los gritos
una lengua de barro donde se asienta el olvido
y debajo, los cuerpos aferrados como docas
lastimosamente llegué a ser un río



Esta es la segunda parte de este poema. La primera parte pueden leerla acá. Esta segunda parte fue publicada originalmente en la revista tucumana Ñuñorco. La idea es que este poema tenga varias partes, todas relacionadas de algún modo con la doca o tasi (Araujia sericifera), una enredadera nativa de algunas partes de América del Sur. Tantas veces despreciada como maleza, fue muy valiosa para muchos pueblos originarios, cuyo fruto consumían, y también para mí, aficionado a reproducirla y enredarla en mi alambrado.


La fotografía es de Katja Schulz y tiene una licencia CC BY 2.0.



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