Treta al Niño Explorador |
Yo te conocí cuando estaba sumida en mis infiernos. Ocurrió cuando el rojo que hallaba en tus flores se me parecía más a un placer que ansiaba dolor, que a la pasión carnal que clamaba mi empatía por el bonito detalle de los pétalos con los que me pretendías.
Respondí el atrevimiento de tu voz con una mirada que, luego, al mezclar nuestros sedientos dedos, te dejaría mudo. Acepté tu mano de niño explorador sabiendo que aquella gentileza solo vaticinaba mi cintura.
Te vi de arriba a abajo y mi mente viajó, cual máquina del tiempo, al instante en el que yo te seducía, te dominaba, luego de hacerte pensar que fuiste tú quien impuso esta treta carnal.
Ahora estoy acá, en un lecho improvisado, observándote cavilar entre tus demonios, esos que, desesperados, extasiados y no tan versátiles como los pregonabas, están más neutralizados que tú, que estás detenido por las amarras con las que te he inmovilizado el cuerpo...
¡Caíste!
Hoy te convertí en la carnada predilecta
de una de mis fantasías.
No puedes hacer otra cosa que desesperarte cada vez más con el ciclo de las manecillas. Solamente puedes estar perturbado, sin la lucidez de la calma, prensado por las cuerdas y por lo que tus músculos demandan. Estás frente a mí usando tus cuerdas vocales desafinadas que piden liberación, piedad y a mi cuerpo.
Yo sigo gateando en tu entorno, posando mis movimientos para demostrarte que, a veces, la gentileza que pretenden las manos en un saludo, puede disimular que con los dedos desnudos hay quienes ocultan un arma de seducción que puede volver loco a cualquiera que te haga lo que ninguna otra.
Iso: 800 | F/1,8 | 1/125