Valiente fue
con su intento de educarme,
brillante la garra del sabio
que transmite con orden sus ideas
para que el mentor
lo supere.
Corregir para enmendar,
enseñar para transmitir
aquello que sabe, siente y es bueno
para la expansión del ser
o para que uno sea
alguien que denota
o alguien que dé nota.
La lecciones que me repetías a voces,
las que me explicabas con manos,
las mismas que detallaste con grafito
o que expusiste con tinta,
pude aprenderlas, gracias
al cariño de tus gestos.
¡Qué buenos modales, maestro!
Pero no corrigió la falta que aún me hace,
sobre todo hoy que le recuerdo brillante
dándome oratoria de sus versos
y contándome prosas que narraban
lo inaudito de las fórmulas
con las que calculé
y aún calculo
mi ascenso.
Gracias por el buen molde
mi estimado preceptor,
le agradezco la regia disciplina
con la que me enseñó que el orden
es importante para seguirlo
varias veces, muchas,
y luego uno debe
buscar el patrón propio
para volverse distinto
a lo común.
Poco a poco
te convertiste en un experto
para hacerme de tantos dotes
apto.
Es hoy que sé
que era o fui
un aprendiz casi nulo,
pero con paciencia
y esperanza de su parte
fui creciendo en ser
discípulo de su arte,
Usted me hizo reprobar
en ser solo uno más
que desperdiciaba su talento
por la desesperanza
del profesor.
¡Fuiste un gran Maestro!
Gracias por tomar recreo de indiferencia
y asistir puntual pese lo obsoleto
que le resultaba cobrar.
Le califico con 20 el espíritu,
la misma nota por su bondad,
también eximió en persistencia,
fue A1 amando educar...
Sin embargo,
le ha quedado una materia...
Maestro, faltó a una clase...
la del olvido, la del salón y pupitre
que quedaron vacíos
porque no nos vimos
una vez más.
Le hago merced
por tanto esfuerzo.
Hoy comprendo las horas que llevan
hacer una pulcra cartelera
y los cortes del hojear.
Señor, o señora, de las tijeras
que siempre apostaba a los demás.
enséñeme cuántos números tiene la regla
y la tabla de multiplicar
que ya se me está olvidando
cuánto sumaba su presencia
y cuánto me divide todavía
el hecho de que no está.

Este es un poema que dedico, en primer lugar a mi fallecido padre Franklin Candelario Mederico Maita, quien nació un 15 de enero de 1951. En Venezuela se celebra también el Día del Maestro.
Mi fue una persona muy sabia, le resultaba muy sencillo explicarle a cualquiera los temas más difíciles y era de esas personas que sabía mucho de todo. Fue ingeniero civil, administrador con especialización en gerencia y también en psicología. Llegó al grado de Coronel del Ejército Venezolano. Por ese conocimiento y lo amable que era, fue admirado por muchas personas, incluyéndome.
El de la fotografía es él. No le gustaba que le tomaran foto, pero un día lo capturé con descuidado, dándole clases a mi sobrino, Diego Samuel. Es una foto que me gusta muchísimo. Sé que dentro de él llevaba el mismo espíritu que hoy reconozco en los aguerridos maestros.