Zona 4 /relato

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Habían pasado tres días, desde que el último grupo de soldados había llegado para apoyar a las tropas. El objetivo, recuperar parte de la frontera que lideraban los rebeldes.
La zona 4, como se llamaba, estaba formada por 83 hombres destinados a rastrear y localizar al líder guerrillero que dos meses antes, junto con sus seguidores había tendido una emboscada a la zona 3, dejando un gran número de víctimas.


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El puesto de guardia principal estaba en la copa de un árbol en la parte trasera del campamento, y por órdenes de sus superiores Michael Connor, el soldado más joven del destacamento, se encargaría de la guardia durante las tres noches siguientes.
Mientras giraba el reflector para obtener una mejor visión del terreno, ligeras sombras revoloteaban inquietas por el recinto. Era una de esas noches en las que la ausencia de luna contribuía a ensombrecer todo. La nieve ya no era blanca, sino un terreno ancho y negro donde caminabas a ciegas.
Aunque el frío traspasaba su uniforme y le hacía añorar el calor del hogar, Michael permaneció en su puesto con los ojos bien abiertos por cualquier movimiento del enemigo. Pero después de un rato de absoluta serenidad soltó el dispositivo de iluminación e inclinó su rostro hacia el fusil preguntándose:

— ¿Por qué sigo esperando la muerte? ¡Bah, entumecido! Qué manera más creativa de morir, no es que a estos cabrones les importe mucho, pero prefiero morir rápido que estar aquí fuera con tanto frío. — dijo, dejando a un lado su rifle para buscar en sus bolsillos, en ellos encontró un cigarrillo y dejó escapar una risita, era evidente que la irritación que sentía seguía hirviendo lentamente bajo la curvatura de aquella falsa sonrisa. Una vez encendido el cigarrillo, sintió que fumar le devolvía la existencia.
Minutos después volvió a inspeccionar y sacó un lápiz, abrió un pequeño cuaderno y escribió lo siguiente:

Sábado 9:35 pm.


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Hoy ha sido uno de esos días en los que me he sentido bastante mal, la comida estuvo patética y casi me congelo haciendo mis necesidades, ojalá tuviera un baño decente, agua caliente y esas cosas que te lavan las partes íntimas.
En fin, no hubo nada nuevo. Randall sigue empeñado en hacerme enojar con sus comentarios, ¡bah, como si no tuviéramos suficiente con toda esta mierda!
Me resulta tétrico escribir y registrar todo, pero este cuaderno se ha convertido en mi compañero donde desahogo todas mis miserias, sin él ya me habría pegado un tiro. ¡Oh diablos, imagino que sería de mí si esto cayera en manos de mi superior! Nada de lo que he escrito sobre él le haría gracia, me iría peor que a mi compañero de toldo, al que el propio sargento esposó en el campo de entrenamiento. 2 días desnudo estuvo Wilson por llegar 3 segundos tarde. Ja, que risa... He mantenido guardado el cuaderno en las bolas durante 2 meses.

¡Maldita sea! Es increíble la cantidad de veces que me arrepiento por alistarme en el ejército, para que mi padre se sintiera orgulloso de mi, desearía poder volver atrás en el tiempo, estar en otro lugar haciendo el amor con alguna chica de grandes pechos, o de fiesta con mis amigos, los extraño. Supongo que volver pronto es sólo un sueño que se siente tan lejano....


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Michael terminó de escribir, cerró su cuaderno y volvió a coger su rifle, atento a cualquier movimiento. No dejaba de pensar que hoy era una de las noches más molestas de todas, porque la naturaleza parecía disfrutar jugar con la poca valentía que conservaba, ya que la ventisca estaba obstinada en sacudir los árboles y las hojas caídas se movían simulando el sonido de las pisadas enemigas, provocando que el corazón del joven militar se acelerara y apuntara frenéticamente en varias direcciones. Alerta sin apartar la vista de supuestos objetivo.

— ¿Por qué tengo tanto miedo a la muerte? Al fin y al cabo, significa paz, no tendré frío, ni hambre, sólo estaré muerto. —Dice Michael, mientras limpia el sudor de la frente que desciende y empapa sus ojos.

De repente, un sonido muy fuerte sobresalta a Connor, algo golpeó donde descansan los caballos, aunque volteó rápidamente el reflector hacia ese lado, no vio nada sospechoso, su corazón latía aún más fuerte que al principio, ya que el ambiente había cambiado, se sentía extraño, pesado y un olor pútrido infectaba el aire.
Su cuerpo empezó a vibrar tanto, que podía oír el anillo de su pulgar colisionar con el metal del arma. Michael estaba confundido, prácticamente inmovilizado, oyó el deslizamiento de unas cadenas y pequeños jadeos se sumaron a la tensión.
Entonces, un grito aterrador surgió de las profundidades del bosque y la luz se apagó.
—Enciende, ¡maldita sea, cuando más te necesito me abandonas! —exclamó Michael.
Sus compañeros dormían confiando en la seguridad que les brindaba Connor, solo debía hacer sonar la sirena para comunicarles si había problemas.
— ¿Qué mierda está pasando ahí abajo? no entiendo —expresó atemorizado.

Michael, escuchó un rugido y un leve siseo que le hizo girarse, fijando su mirada en el flanco izquierdo, donde vislumbró cómo el bosque abría un agujero y de él emergía un enorme ejército de criaturas, una gran multitud de figuras distorsionadas que marchaban directamente hacia las tiendas de acampar. Connor apretó la boca con su mano izquierda y se preguntó ¿qué debía hacer?... hacer sonar la sirena en ese preciso momento, revelaría su posición a 10 criaturas que caminaban por debajo donde él se encontraba. Debía tomar una decisión pronto, mientras, intentó dar forma a lo que se movía, abrió sigilosamente la tapa de la mira de su arma y trató de localizar un posible objetivo, lo que descubrió a continuación lo dejó paralizado y sin aliento.
No eran seres humanos, parecían animales, una especie de oso que camina re sus dos patas traseras, totalmente cubierto de pelo, no podía distinguir mucho más, solo que su cuerpo o musculatura era rolliza y superaba la altura de una persona, además el olor que desprendía el aire minutos antes era ahora más intenso.


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Han pasado 5 horas desde que escuché ruidos, ya casi amanece, estoy agachado lo más quieto posible, escribo casi sin respirar no quiero que me escuchen estoy realmente aterrado.
¡Soy un cobarde, un maldito cobarde! No advertí a la tropa, me quedé helado, tenía miedo de que descubrieran que estaba aquí arriba. Además habían traspasado el perímetro y las trampas no funcionaban.
Son criaturas espantosas, tienen ojos amarillos y su visión nocturna es magnífica, se mueven rápidamente en la oscuridad.
Vi lo que hacen, atacaron a todos mientras dormían, fue una carnicería humana; esas cosas están hambrientas, comen humanos, y usan garras, dientes para abrirte el estómago y comerte las entrañas. Lo peor es que la víctima observa cuando es devorada, es como si esos demonios supieran que órgano tocar para alargar el sufrimiento. Y disfrutan Inmovilizar a sus presas extirpando sus piernas para que no escapen.
Mis compañeros están esparcidos por todas partes, oigo las súplicas de algunos que agonizan ahogándose en su propia sangre. La nieve ha dejado de ser blanca, se ha vuelto roja, y no soporto el olor.
No tolero escribir mis últimas palabras en este cuaderno, describir el horror de la muerte y plasmar el miedo que tengo, pero es necesario que se sepa la verdad. La zona 3 y 4 fue atacada por estos monstruos que son las mascotas del líder rebelde, yo mismo vi como los manejaba y les ordenaba matar a todos.
Es cuestión de minutos para que las criaturas me asesinen, ya se han percatado de mi presencia, de hecho se pelean entre ellas buscando la forma de subir, tal vez deciden quién debe devorarme.

Me gustaría volver a ver a mis padres. Pero es imposible salir de aquí con vida, la espera es retorcida, al final de nada sirvió ser egoísta para salvarme, tal vez si hubiese prevenido a todos a tiempo podríamos haber dado la pelea y morir luchando, entonces así valdría la pena.
Soy un traidor a la patria, un asesino.
MICHAEL CONNOR

La zona 4 había quedado desbastada, los nuevos refuerzos caminaban con dificultad y extremo cuidado para no pisar los cadáveres, algunos observaban con el terror en sus ojos, otros no toleraban la pestilencia y vomitaban lo poco que habían desayunado.

— ¡Mi sargento, hemos encontrado este cuaderno debajo de un cadáver, señor!
— ¡No estamos para jugar a la escuela soldado! ¿Cree usted conseguir algo interesante en eso?
— ¡Negativo señor, solo son registros diarios señor!
—Bien, quiero un informe para hoy mismo, apilen los cadáveres, pasaremos la noche aquí ¿entendido?
— ¡Si señor!...


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