El testigo / relato - parte final

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El reloj avanzaba y yo seguía inmerso en otro mundo…
De repente, ocurrió algo que me reanimó y sentí miedo, Andrés se había fijado en mí y durante unos segundos mantuvimos el contacto visual, me observaba con curiosidad, sus ojos eran intensos y tristes, pero sonreía de forma lúgubre. Me estremecí de tal manera que moví la silla de ruedas y me retiré de la ventana, en mi afán por escapar me caí y como pude me arrastré hasta donde estaba mi cama, pero no pude subir y me quedé en el frío suelo, pensando en todo lo que había visto, haciéndome miles de preguntas. Las respuestas eran claras, yo era testigo de un asesinato, ¿qué debía hacer, callar o confesar?
Permanecí así, atormentado en la misma posición por un buen rato… hasta que el sonido de las sirenas comunicaban un crimen, las luces de colores ingresaban por mi ventana e iluminaban todo, y los altavoces de las patrulla exigían a la gente que se alejara del lugar.
Cuando se reveló la existencia de un cadáver, la música cesó y los gritos que se oían eran terroríficos, me imaginé a todas las personas petrificadas viendo tan dantesca escena, sangre y vísceras esparcidas. No pude soportarlo, y comencé a llorar como niño hasta que mi madre apareció y me levantó, después de acostarme pasó su mano por mi rostro y me secó las lágrimas.
— Tranquilo Emiliano, todo está bien, ya estás en tu cama, intenta descansar de nuevo. —Dijo mi madre sonriendo.
Mi madre besó mi frente y se dirigió a la ventana al observar llevó su mano a la boca y se giró para mirarme, intentó preguntar algo, pero no se atrevió, respiró profundamente y deslizó la cortina, luego recogió mi blog y prácticamente lo cerró de golpe, terminó de limpiar el desorden y se despidió cariñosamente.
En serio, no dormí nada.....
A la mañana siguiente volví a asomarme a la ventana, pero ya no había gente, aunque quedaban rastros de lo sucedido no quise entrar en demasiados detalles. Salí de mi habitación con la garganta seca y mi madre siempre exagerando los buenos días me abrazó, me besó y acomodó mi silla en el comedor, no tenía hambre, sólo tenía sed, pero sé que me obligaría a desayunar.
Diez minutos después, alguien llamó a la puerta.
— ¿Sí? buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? — responde y pregunta mi madre.
—Buenos días señora, disculpe, soy policía, ¿podría entrar a hacer unas preguntas? — exclamó el oficial.
—Por supuesto, pase oficial. —Respondió mi madre intrigada.
— ¿Vive usted sola?
—Vivo con mi hijo de 14 años, está en el comedor.
— ¿Podría entrar y hacerle unas preguntas al niño?
—Sí, adelante. Esto es sobre lo que pasó anoche, ¿no?
— Exactamente señora, son solo averiguaciones. — Dice el oficial.
— Hola pequeño, soy el oficial Dorante, ¿cómo te llamas? —preguntó.
— Hola, soy Manuel -dije con la voz entrecortada.
— Oye Manuel, ¿por casualidad viste o escuchaste algo extraño anoche?
— No señor, no vi nada. —Respondí.
— Y usted señora, ¿escuchó o vio algo extraño que quiera contarme?
—No oficial, nada interesante.
—Bien señora, dos preguntas más y me voy, ¿dónde está la ventana que da a la plaza?
— En la habitación de mi hijo -respondió mi madre.
— ¿Es posible que tenga acceso a ella? - volvió a preguntar el policía con ansiedad.
— Por supuesto, ¡es por aquí! - dijo mi madre, más asustada que yo.
Oh, ¡mierda! El policía va directamente a mi habitación, ¿sospecha de mí? — Me pregunté. ¡Maldita sea! Si coge mis dibujos estoy perdido, sabrá que le he mentido, peor aún, ¿y si piensa que yo lo he planeado todo y el loco sólo lo ha ejecutado? ¡Oh, mierda, estoy jodido!
Me quedé inmóvil con la cabeza y los pensamientos hechos un lío, rogando al cielo que no levantaran el colchón, porque ahí estaba mi blog y mi oscuro secreto.
De repente la voz del policía casi me hace caer de la silla.

— Tranquilo pequeño, el que nada debe nada teme. Muchas gracias por colaborar conmigo, le dejo mi tarjeta por si recuerdan de algo. — dijo amablemente el policía y se fue.
Qué alivio pensé, pero mi madre me miró con cara de extrañeza.
—Manuel, ¿estás seguro de que no viste nada extraño desde esa ventana anoche? — preguntó mi madre asustada.
—No vi nada madre, ni siquiera terminé de ver el programa porque me dio mucho sueño, pero cuando intenté acostarme me caí y no pude levantarme.
—Bueno, terminemos de desayunar, recuerda que hoy tenemos que ir al doctor.
—Si madre.

Adán desobedeció a Dios, comió el fruto prohibido y el pecado se ensanchó. Todos somos pecadores en esta tierra, y ese mismo Dios es el único que puede ser el juez y absolver. No debemos mezclarnos en las decisiones del juez supremo, esto me lo repetía a si mismo una y otra vez en mi cabeza, mientras iba en el asiento trasero del coche, nos dirigíamos a una consulta médica cuando mi madre frenó esperando que cambiara el semáforo, entonces lo volví a ver, era aquel anciano, el loco Andrés llevaba su saco a paso lento y repentinamente cruzó su mirada conmigo, tal vez me reconoció no lo sé, pero su sonrisa transmitía gratitud y me recordaba que yo era su cómplice.


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