Xofer

El desván es un espacio para sentarse a leer mis historias, poemas, reflexiones y otras manifestaciones literarias, donde la realidad y la ficción se entrelazan dándole a la vida esa magia de lo indecible. Un lugar para soñar, reír, llorar, transportarnos a mundos, cercanos y lejanos, embarcados en la nave más rápida que se haya inventado: la imaginación.

Los años parecen siglos y producen inquietud cuando la paciencia da paso a la incertidumbre y esta genera sentimientos encontrados y situaciones que escapan al control.

Nunca imaginó Xofer, mientras vagaba por los túneles que pudiera tener la oportunidad algún día de enfrentar a quienes asesinaron a su familia, menos aún compartir lugar con un grupo de ellos, olvidando el odio que les tiene.

Es difícil colocarse en el otro extremo, aunque entiende que como soldados, las órdenes deben ser ejecutadas para preservar la propia vida.

Cada vez que mira los rostros cansados de los Erf traídos de las tierras de los Keofis, busca adivinar si se encuentra entre ellos el culpable de las muertes que le carcomen.

Es un impulso primario que ha ido aprendiendo a dominar, porque el honor de un combatiente, como se los ha dicho mil veces Zyghoum, no está solo en luchar sino también en respetar a su enemigo, en aceptar que la fidelidad está sujeta a la conciencia individual a la hora de ejecutar algún mandato que cruce los linderos de la vergüenza, en ser soldados y no asesinos, aunque la muerte sea el resultado de la lucha.

Es difícil conjugar puntos tan distantes, porque morir o vivir depende a veces de la armonía interior del soldado enemigo, de la capacidad que este tenga de cambiar la crueldad por la misericordia, de aceptar que herido el opositor está vencido y darle la oportunidad de sobrevivir y brindarle las condiciones para que lo haga.

La guerra sin dudas es una locura alimentada por las bajas pasiones que dominan la razón y necesitan nutrirse de sangre, poder, ira y vanidad.

Sabe que sobre sus hombros descansa la confianza de Shitayx y del grupo de diez que le acompañaron toda la infancia y adolescencia, viendo en él un ejemplo de temple y valor.

Que aunque por momentos se ha sentido desplazado por las sorpresas, por la aparición de los otros hijos de Xeof y por la organización de los Xos, ha podido renacer a su propio ego y seguir formando parte de un conjunto al que le hacen falta todas las piezas para funcionar adecuadamente, aun las diminutas que parecieran poder obviarse sin crear un desequilibrio, porque el secreto del éxito, cuando se trata de grupos de seres en pos de un objetivo común, descansa en dos poderosas bases que lo sustentan, organización y unidad.

Desde lo alto del lugar al borde de la montaña, que ha tomado como mirador particular, observa el cielo rojo y la lejanía que pareciera que le dice, me acerco.

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