Pancho

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El desván es un espacio para sentarse a leer mis historias, poemas, reflexiones y otras manifestaciones literarias, donde la realidad y la ficción se entrelazan dándole a la vida esa magia de lo indecible. Un lugar para soñar, reír, llorar, transportarnos a mundos, cercanos y lejanos, embarcados en la nave más rápida que se haya inventado: la imaginación.

Verdades encubiertas


 

En las calles, una agitación fuera de lo común mantiene en vilo a muchos.

Siente que no ha progresado y que lo que le medican son como pañitos de agua para mantener a raya la fiebre, pero que no sirven para erradicarla porque son ineficaces ante lo que la causa.

Aprovecha la soledad para encender el televisor que orgulloso, por ser uno de los causantes del servicio Premium, ocupa la pared que se encuentra frente al par de sillas-camas donde le proporcionan el tratamiento.

No hay nada que le llame la atención y cuando se decide a apagarlo ve una cara conocida que da su testimonio en uno de los canales cristianos.

A pesar del tiempo lo recuerda.

Es su viejo amigo Pancho, el compañero de las travesuras escolares.

Juntos fueron el terror del colegio y la secundaria.

Los incorregibles capaces de inventarse cualquier cosa para acortar las horas.

Tiene sin verlo más de veinte años y lo que le sorprende es que su característica verborrea son ahora palabras a cámara lenta.

-Estoy acá por la misericordia de Dios.

“Esto es una persecución”, piensa.

-Hace tres años cambió mi vida y un hecho que pudo ser lamentable se convirtió en el inicio de mi existencia.

La enfermera pasa a chequear que todo esté bien y queda atrapada ante las palabras de su amigo.

-Acostumbraba los fines de semana visitar los bares de la ciudad, me iba con los amigos a tomarme algunos tragos y en ocasiones terminábamos en algún cuarto de hotel con alguna de las chicas que nos servían el licor, mientras nuestras esposas en casa, tal vez desconociendo esto se preocupaban por nosotros. Siempre encontré mi cena caliente a la hora de mi llegada y como pagando una penitencia de vez en cuando la acompañaba los domingos a la iglesia.

-Como todos- piensa en voz alta la enfermera.

-Una noche la muerte vino a visitarme, llegó dentro de un plomo salido del revólver de un borracho celoso porque la chica por la que visitaba el lugar esa noche nos atendía y hasta tuvo la desfachatez de sentarse por unos minutos en mis piernas, una apuesta que gané y me eximia de pagar nada esa noche.

Lo cierto es que solo me dio tiempo ver el fogonazo del disparo y luego todo se oscureció por no sé cuánto tiempo.

Según me cuentan llegué mas del otro lado que de este y la bala entró en mi frente de abajo hacia arriba, gracias a que al atacante en un último momento alguien lo derribó y terminó disparándome casi desde el suelo.

Sin embargo el daño que causó era suficiente para despedirme de este mundo.

Cuando todo parecía mejorar sufrí un accidente cerebro vascular y fue el momento que los médicos decidieron que la medicina ya no era segura para mantenerme vivo.

Pero las oraciones de mi esposa y sus hermanos de la iglesia fueron tan poderosas que fueron trayéndome de regreso a la vida y en poco tiempo regresé a mi casa.

He tenido que aprender a caminar y hablar de nuevo, pero lo he logrado y desde hace seis meses viajo por todo el mundo llevando mi testimonio para quienes crean que todo está perdido tengan esperanzas.

La enfermera me mira y con ojos llorosos sale de la habitación.

-No estamos solos, Dios nos acompaña y protege y solo pide a cambio amor, no para él sino para sus hijos.

Apaga el Tv

 
Extracto del Capítulo III de mi novela “El proposito”

Reseñado por @joseph1956 para



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