El sexto día

avatar

Pausas-que-abrieron.jpg

Autor: Jean Carlos Villamizar

Estoy aquí, en medio de las ruinas del silencio, que siempre me dejaste. Y no tengo a nadie, con quien desahogar mi sufrimiento. Tú ya estas lejos. O para ser más exacto, ese fue el lugar, que definiste para mí, desde el principio. La mente me tortura con sus cavilaciones. Ella rumia una y otra vez, preguntándome que fue lo que hice mal.

Siempre me sentí, como las olas que rompen fuertemente, contra las rocas en la orilla del mar, que luego de golpear con todo su poder, inevitablemente llegan a desvanecerse. Y allí, como la roca, inerte e intacta estas tú. Y yo, deshecho, tratando de reunir fuerzas nuevamente. Pero ya no sé, si seguir el mismo destino, ya que se, y por mucho, que mi destino contigo será igual.

Aún recuerdo claramente ese jueves, en el que me atreví a hablarte por primera vez. Toda una princesa de piel tostada, cabello castaño, y unos ojos dorados, que aún no defino con certeza, de que color son realmente. Intente saludarte, pero tenías una mirada fija y directa que desarmo mis argumentos en el acto, aflorando mis inseguridades más profundas, desde ese momento.

Y no lo puedo negar, el esfuerzo que hice, tan solo para acercarme a ella, fue más que descomunal. Ella me veía con cierto desconcierto, y no la culpo por ello. Trate de felicitarla, por la presentación de su proyecto en la clase, pero todo se resumió, en un infructuoso intento de socializar, con una criatura, que siempre estuvo más allá de mis posibilidades.

Ella fue educada y no lo puedo negar. Pero cuando uno fuerza las cosas, desde un primer intento, las probabilidades de que las cosas salgas bien, son muy escasas. Verónica se llamaba. Me lo dijo con palabras frías y distantes. Y yo con mi boca entumecida, apenas le mencione mi nombre: Johans.

Suena estúpido, pero tan solo toque su mano, y sentí electricidad en cada molécula de mi cuerpo. En fin, una de esas trampas de la química no correspondida. Había química, pero no recíproca. Y desde ese momento, comenzó mi incesante naufragar.

Me di mi tiempo, para tratar de entrar en su mundo, pero siempre tuve la sensación, de tratar de ponerme un zapato, que no me quedaba a la medida. Pero cuando te aferras a algo, las cosas que son obvias, son fáciles de descartar, o pasar por alto. Intentaba llamarla cuando conseguí su número, pero lo que logre fue chocar con un muro. Nunca contestaba, y cuando lo hacía, alguna escusa tenía entre manos para evitarme.

Era un adicto en busca de una dosis que nunca aparecía. Tenía síntomas de abstinencia, de algo, que solamente, había consumido en mi imaginación. Hasta que un día, una amiga me hizo un favor. Ella llamó a Verónica, y puso la conversación en alta voz, para que yo escuchara lo que ellas hablaban sin que ella supiera.

Sabrina, mi amiga, le preguntó sobre mí. Y la avalancha de flechas que salió de su boca, desgarró el silencio, que cuidadosamente ella mantenía sobre mí. Dijo que yo era insoportable, que prácticamente la estaba acosando, y que no quería nada conmigo. Pero que lo que a ella más le preocupaba, es que parecía que yo no comprendía el mensaje. Ambas cruzaron unas cuantas palabras más, para disimular los verdaderos motivos de esa llamada. Hasta que Sabrina colgó.

Tengo que admitir que nunca en mi vida, había sufrido una derrota tan contundente. Sabrina trató de consolarme, pero estaba destrozado a más no poder. Me fui a refugiarme, en la más íntima soledad de mi habitación, y aún tengo unos cuantos días sin salir de allí. Este es el sexto día, en el exilio de mi recamara, tratando de escribir mi historia, para ver si así, puedo seguir adelante, con este dolor del que todavía no puedo salir.



0
0
0.000
0 comments