Se hace prioridad llegar a tiempo al trabajo, al colegio,la oficina o restaurante donde tendremos una reunión; se nos hace urgente el compromiso con los demás, como si esas fuesen las actividades más importantes.

Vamos de prisa para que nos rinda el día y trabajar un poco más, masticamos un poco menos aunque sabemos que nos podemos atorar, tomamos menos agua para acelerar, pisamos un poco el acelerador, no nos bajamos del auto ni para comprar el pan.

Es así como en medio de ese torbellino de actividades vamos dejando los detalles sin mirar, se nos olvidan cosas importantes en las que debemos reflexionar, no respiramos correctamente, no apreciamos el sol, ni las flores de bienvenida que decoran cualquier lugar.

Nos atontamos entre el afán diario, los mensajes de texto, las notas de voz, las tareas pendientes y esos problemas que en muchos casos ni siquiera son nuestros, son un lastre del contexto que debemos soltar.

Entonces los días se hacen exigentes, cada mañana es como si nos costara un poco más escuchar el reloj, lo miramos entre el sueño, la flojera, y el deseo de no levantarnos aún, luego caminamos cansados desde la habitación hasta la cocina intentando revivir con el café que se recién cuela, ese que nos despierta para comenzar el nuevo día de hoy y comenzar nuevamente la carrera sin razón.

Una oración, quizá un beso que se queda, retomamos la rutina y así es cada día, con más deprisa, todavía más veloz. Una eterna urgencia que cuela por las heridas abiertas de nuestro corazón, una urgencia que no nos deja apreciar un atardecer para dos, o una mañana tranquila escuchando quizá las sinfonías más hermosas que Dios nos regaló.

¡Despierta!, toma tiempo para admirar los detalles de la vida. Escucha la melodía que lleva el viento sin prisa y disfruta el concierto de la felicidad con la risa. Vivir la vida con una eterna urgencia, no te hace más valioso que aquel que no lleva prisa. Debemos reflexionar, por ti, por los tuyos, lleva un poco más de tranquilidad, descubre que aún tienes tiempo para todo pero obedeciendo la prioridad de las cosas importantes de verdad.