Entonces, si pensamos que todo retorna a nosotros multiplicado, lo más indicado es esparcir bondad en actos que ayuden a otros seres vivos, a la humanidad, que mantengan el equilibrio del todo, donde el ser que nos identifica se sienta a gusto.

De la vida podemos tener una gran lección de la ética porque todo lo que hagamos a los otros, lo hacemos también a nuestros seres queridos, al entorno que compartimos y hasta a nosotros mismos. Este es un punto de ética porque al reconocer la dignidad, los valores y sentimientos de los semejantes es que enaltecemos los nuestros.

Los buenos sentimientos valen la pena, ellos generan efectos positivos, generan en nuestra mente efectos de crecimiento, y regresan a nosotros cada vez que los regalamos. Es importante mantener una actitud que refleje una sonrisa, una invitación a la posibilidad de lo mejor, porque a veces un regalo de amabilidad puede hacer milagros y podemos llegar a ser para otros una luz que luego iluminará nuestra vida.