Somos distintos, cada ser único e irrepetible, pero es el amor el que nos une. Aceptarnos es la clave para que en alegría miremos a los demás también como hermanos y semejantes.

Sentirse rechazado en algún contexto, puede ser algo de simple impresión, miedo o duda. Lo cierto es que aquel que se empeña en calar en un contexto es el que se siente más rechazado entre todos, por eso las estadías no hay que forzarlas.

Hay lugares de los que sólo debemos tomar distancias, hay otros que nos abren las puertas y a hasta nos recibe con dulces fragancias.

Aunque la vida se pongo difícil a veces, nosotros sin esfuerzos retadores, debemos sentirnos libres de ser quienes somos, la aprobación o aceptación de otros en realidad es una valoración que no debe importar; pues fingir para complacer es una actitud sumisa casi de esclavos.

La libertad de tener diferencias, el poder escoger si amar o no; eso es algo que nos permite transcender a nuestras emociones, sentirnos seguros sin llegar a la soberbia; pues es un error creer que somos grandes por sobre nuestros iguales.

La realidad es que no debemos buscar la aceptación de otros ante nuestra imagen, o forma de ser, pero si debemos respetar los valores de los demás.

Lamentablemente estamos condicionados para pensar y comportarnos de una determinada manera, lo que los demás esperan, lo normal, lo típico, por eso a veces ser el equilibrio en la sociedad actual es hacer la diferencia.

La filosofía debe ser no buscar ser como el opuesto, sino buscar ser humilde como aquel que busca la verdad en su alma. Ser fuerte como una palmera que aunque a veces se dobla al viento, se eleva al sol cuando la tarde se hace eterna.

Aceptarnos sin dudar es nunca perder la fe en nosotros mismos, es tener la humildad para reconocer cuando hacemos las cosas incorrectas o bien y es también abrir la puerta los milagros de la vida mediante la fe, quedarnos dónde nos quieren bien y donde podemos querer.