Vivimos en el mundo de la comunicación. Somos como replicantes que se nutren diariamente del bombardeo de millones de bits de información, que actúan subliminalmente sobre nuestros cerebros, convirtiéndonos en adictos compulsivos.

Todo lo queremos, todo lo deseamos, todo lo consideramos –porque así nos lo quieren vender- al alcance de la mano. En nuestra metafórica posición de doña Inés, constantemente nos dejamos seducir por esos expertos donjuanes, que son las grandes corporaciones de márketing.

Somos la humanidad deshumanizada del siglo XXI, que sueña con ovejas eléctricas, controlados por auténticos Blade Runners, fieles servidores del corporativismo y la globalización, que ya comenzamos a echar de menos aquélla sagrada palabra, que hace tiempo se llamó privacidad.

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