Historias de la Calle: de torero a limpiabotas

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La vida, sus caminos, sus misterios y los personajes, haciendo siempre honor a la letra de esa conocida canción, que hablaba de las sorpresas. Sorpresa cuesta, ver hoy en día, cómo las historias de reveses, que ponen de manifiesto esos caprichosos cambios de humor de la Diosa Fortuna, recuperan viejos oficios, que antiguamente constituían el sustento de personas que comenzaban a enfrentarse a los avatares de la existencia y además, hacían fluir conversaciones, de tal manera, que un limpiabotas era, posiblemente, uno de los últimos en el escalafón laboral, pero también, paradójicamente, una de las personas mejor informadas de la ciudad.

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Hacía mucho tiempo que en Madrid no se veían las figuras, diríase que románticas, de los limpiabotas, a excepción de esa gran arteria vital que es la populosa Gran Vía, donde no sólo se ha recuperado ese oficio que nos retrotrae a unos tiempos duros, que en realidad nunca se han ido, sino que además nos deja boquiabiertos por la sorpresa, pues posiblemente el limpiabotas más conocido de aquí, debió de ser, también, una de las más importantes figuras del toreo en México, su país natal, según él mismo deja entrever en un cartel acoplado a la silla del cliente, ‘para convertirse en el mejor limpiabotas de Madrid’. Una historia, cuando menos tristemente curiosa, donde auge y caída quedan a ambos extremos de ese puente, que en el fondo es el Océano Atlántico.

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Y es que la vida, después de todo, no deja de dar sorpresas.

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AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y están sujetos a mis Derechos de Autor.
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Como dice la salsa: "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios!!!" Este post me hace recordar tantas historias conocidas, escuchadas y leídas que puedo pensar que son una sola. Efectivamente, el limpiabotas es una figura, por lo menos en Venezuela, que se perdió. Recuerdo que en mi época de estudiante viajaba a Caracas, la capital y como estudiaba literatura, me la mantenía en una zona donde convivía la crema del arte en Venezuela, intelectuales y artistas. Allí, abundaban los limpiabotas quienes lustraban los zapatos de poetas y otros. Se escuchaba cada historia y cuento, fábulas, tal vez mito. Como uno que decía haberle limpiado los zapatos a Gardel, otro a Cantinflas y así... Cuánto de esos cuentos era real, cuánto era creación para sobresalir, para crearse un personaje, para llenar un vacío de la misma existencia? No sé. Pero vale!! Un abrazote de enero con aroma de café recién hecho.

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Sí, a eso más o menos me refería. Lo que sí he notado, que suelen ser, generalmente, los chóferes de gente importante quienes más aprovechan para sentarse a que les limpien los zapatos mientras esperan y conociendo un poco el tema, por haber estado en una Corporación donde convivía con ellos, son toda una fuente de información que se transmite al limpiabotas. Pero incluso aunque aquéllos fueran discretos, ya de por sí los avatares de la vida del 'lustre', seguro que valdrían para hacer una interesante novela. Y en una buena novela, ya sabes que tanto vale lo real como lo imaginario, hasta el punto de que a veces se rondan tanto, que nunca se termina de estar completamente seguro de uno o de otro. Yo he tenido la fortuna de conocer a la gente más dispar que puedas imaginarte, algunos famosos, otros anónimos pero en el fondo, todos con sus historias, con sus costumbres, con sus manías. Incluso conservo todavía muchas cartas de aquellos tiempos en los que la gente me contaba unas historias realmente tremendas. En fin, mi querida amiga, bien que podría decirse eso de: 'qué tiempos aquéllos'. Un fuerte abrazo

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Me ha gustado mucho este artículo, Juancar.
Hace ya un tiempo que pienso en lo caprichosa que es Fortuna y que por mucho que uno pelee, a veces no consigue el éxito que merece o desea; pero debemos perseverar, siempre.
También me he puesto a menudo en la piel (o lo he intentado) de gente sin techo; cualquiera de nosotros podría verse algún día así, aquí o en otro país.
Ante todo mucho respeto a estos luchadores.

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Muchas gracias por tu comentario, @dresden. En efecto, a veces sería conveniente, en este mundo en el que vivimos, intentar ponerse en la piel de aquellos, que muchas veces miramos por encima del hombro e incluso despreciamos, para darse cuenta de que la vida, al final, no es más que un cuento que puede tener diversos finales. La Fortuna ha sido siempre una fuerza misteriosa que no se casa con nadie. Quizás por ello, en la Edad Media, solía estar presente en los rosetones de muchas iglesias y monasterios, donde se veía a algunos personajes en diferentes posiciones, lo que venía a advertir, muy sabiamente, por cierto, ese antiguo dicho de que los reyes de hoy, pueden ser los mendigos del mañana. Siempre los he tratado con mucho respeto, lo que no quita para que vea en ellos, lógicamente dentro de su tragedia personal, una romántica libertad a la que muchos seguramente estaríamos aterrados de enfrentarnos. Saludos.

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