Filomena nos ha dicho adiós y aunque en parte he disfrutado con su visita, me siento incapaz de despedirme de ella, cantándole aquello de: ‘cuando una amiga se va, algo se muere en el alma que no se puede aguantar’.

También es cierto, que como Don Juan cuando dejó tirada a Doña Inés después de seducirla, Filomena se está alejando, dejándonos como tarjeta de visita el desbarajuste de su paso, que en su caso, es sinónimo de desastre.

Mientras estuvo con nosotros y a semejanza de ‘la Dama Pálida’ de Alejandro Dumas, Filomena nos vampirizó con su belleza, turbando nuestros sueños, hasta convertirlos en pesadillas.

El seductor paso de su manto de armiño, nos ha devuelto a la realidad de un cambio climático cada vez más evidente, frente al que muchos negacionistas se sirven de la absurda táctica de esconder la cabeza debajo tierra, como el avestruz, para seguir manteniendo sus privilegio, ignorando la señales, riéndose frente a la evidencia de que cada año los veranos son más tórridos y los inviernos infinitamente más crudos, para regocijo de las grandes multinacionales eléctricas, que en pleno temporal te anuncian una subida de la luz del 27%, en momentos en que estamos teniendo heladas de -10 o -12 grados y sufriendo las consecuencias del desastre.

Ahora, cuando veo mi ciudad, Madrid, sumida en una situación catastrófica de la que tardaremos bastante tiempo en recuperarnos, me pregunto qué más nos irá deparando el futuro de éste supuesto ‘año de nieves año de bienes’, que se anunciaba a bombo y platillo, como el gran acontecimiento del siglo.

Filomena se ha ido, como se fue nuestro primer amor, dejándonos el corazón helado y el alma llena de suspiros.

Pero lo ha hecho a lo grande, como digna emisaria de una Tierra que comienza a sacudirse el polvo de una humanidad ingrata, que lejos de tratarla con la reverencia que merece una Madre, adopta el infructuoso papel de Edipo para violentarla constantemente, sin pensar en las consecuencias.

Hoy le decimos adiós a Filomena, pero posiblemente la suya no sea una despedida al uso, sino el preludio de un hasta pronto, que nos haga estremecer en el futuro.

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