RENATO “EL COTORRO”

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En español
Un saludo cordial para todos los amigos de esta prestigiosa página. Siempre será un honor estar con ustedes compartiendo las creaciones que eleven la cultura de la conciencia a todo el planeta. Hoy les traigo una historia de un animalito que ya no está con la familia pero que no podemos dejar que pase desapercibido por su naturaleza sensible ante tanta incertidumbre en la acción diaria del ser humano y su relación con la naturaleza.

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Fue un mes de abril, cumplía año uno de mis hijos, Miguel. Salimos muy temprano al mercado para hacer algunas compras como de costumbre. Nos alistamos luego de tomar un poco de café con pan embarrado en mantequilla.
Llegamos a la parada para tomar el autobús que nos llevaría al destino. Al llegar al destino, como todos sabemos el mercado es un lugar donde escuchas toda cosa por todos lados, los vendedores de verduras, los que venden pescado y otro gritando sus mercancías.


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Hay un espacio en la entrada del mercado donde se encuentran personas vendiendo animales que podemos domesticar (aunque no comparto el encierro de estos animales más si son aves), entre ellos, conejos, tortugas, perros, pájaros pero había un casar de Cotorros ya con bastante plumas pero aun pichones. Mi hijo Miguel, quien estaba de cumpleaños se antojó de éstos pero no teníamos para comprar los dos, así que decidimos comprar el macho con mucha tristeza. Luego de haber comprado lo que necesitábamos regresamos a nuestro hogar. Un nuevo pariente ha llegado a nuestra casa le decíamos a una perrita púder colmada de una ternura infinita y dos periquitos cara manchada, además de dos gatos, Kevin y Bruno y varias gallinas y gallos.

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Pasaron uno dos años, el cotorro por supuesto tenía su nombre “Renato”, nombre que le puse de un músico de la orquesta Los Melódicos, “Renato Capriles” porque le gustaba cantar y silbar. Le gustaba tomar café en su taza, se bajaba de su rueda para caminar a picarnos las pantorrillas para que le dieran comida. Fue un cotorro encantador.

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Sucedió que una de esas tarde bajó de su rueda para hacer lo que siempre hacía “pedir que le dieran comida”, como estaba la radio prendida y en ese momento estaba sonando una música un tanto escandalosa, sin darme tiempo a esquivarlo lo pisé, sin embargo salió caminando normal. Lo tomé en mis manos y le hice unas caricias y lo besé para decirle que me disculpara. Al pasar algunas horas Renato, comienza a sentirse débil, inclinaba su cuello dejándolo caer. Lo tomé nuevamente ente mis manos y comencé a darle ánimo con mis palabras, le humedecí sus plumas para ver si reaccionaba y nada. Renato, se estaba despidiendo mientras un hilo de lágrimas salía de mis ojos rodando por mis mejillas aterrizando en el cuerpo verde de mi querido y amigo Renato. Se acostumbró a buscarme para que le diera algo, se encaramaba por las sillas hasta mi hombro para silbar y cantar y jorungarme la oreja y la cabeza con poco pelo. Lloré a Renato y aun lo recuerdo.
Decidí sepultarlo en un lugar en el jardín para que siempre estuviera con nosotros y escuchar de su más allá su silbido.
Cuando se nos mete en el alma un sentimiento convivido entre dos mundo, entre lo humano y la naturaleza que nos rodea es porque somos capaz de amar hasta las piedras.
Espero les haya gustado esta historia. Hasta la próxima.

En Inglés
Un saludo cordial para todos los amigos de esta prestigiosa página. Siempre será un honor estar con ustedes compartiendo las creaciones que eleven la cultura de la conciencia a todo el planeta. Hoy les traigo una historia de un animalito que ya no está con la familia pero que no podemos dejar que pase desapercibido por su naturaleza sensible ante tanta incertidumbre en la acción diaria del ser humano y su relación con la naturaleza. ![image.png]() Fue un mes de abril, cumplía año uno de mis hijos, Miguel. Salimos muy temprano al mercado para hacer algunas compras como de costumbre. Nos alistamos luego de tomar un poco de café con pan embarrado en mantequilla. Llegamos a la parada para tomar el autobús que nos llevaría al destino. Al llegar al destino, como todos sabemos el mercado es un lugar donde escuchas toda cosa por todos lados, los vendedores de verduras, los que venden pescado y otro gritando sus mercancías.
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Hay un espacio en la entrada del mercado donde se encuentran personas vendiendo animales que podemos domesticar (aunque no comparto el encierro de estos animales más si son aves), entre ellos, conejos, tortugas, perros, pájaros pero había un casar de Cotorros ya con bastante plumas pero aun pichones. Mi hijo Miguel, quien estaba de cumpleaños se antojó de éstos pero no teníamos para comprar los dos, así que decidimos comprar el macho con mucha tristeza. Luego de haber comprado lo que necesitábamos regresamos a nuestro hogar. Un nuevo pariente ha llegado a nuestra casa le decíamos a una perrita puder colmada de una ternura infinita y dos periquitos cara manchada, además de dos gatos, Kevin y Bruno y varias gallinas y gallos.

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Pasaron uno dos años, el cotorro por supuesto tenía su nombre “Renato”, nombre que le puse de un músico de la orquesta Los Melódicos, “Renato Capriles” porque le gustaba cantar y silbar. Le gustaba tomar café en su taza, se bajaba de su rueda para caminar a picarnos las pantorrillas para que le dieran comida. Fue un cotorro encantador.

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Sucedió que una de esas tarde bajó de su rueda para hacer lo que siempre hacía “pedir que le dieran comida”, como estaba la radio prendida y en ese momento estaba sonando una música un tanto escandalosa, sin darme tiempo a esquivarlo lo pisé, sin embargo salió caminando normal. Lo tomé en mis manos y le hice unas caricias y lo besé para decirle que me disculpara. Al pasar algunas horas Renato, comienza a sentirse débil, inclinaba su cuello dejándolo caer. Lo tomé nuevamente ente mis manos y comencé a darle ánimo con mis palabras, le humedecí sus plumas para ver si reaccionaba y nada. Renato, se estaba despidiendo mientras un hilo de lágrimas salía de mis ojos rodando por mis mejillas aterrizando en el cuerpo verde de mi querido y amigo Renato. Se acostumbró a buscarme para que le diera algo, se encaramaba por las sillas hasta mi hombro para silbar y cantar y jorungarme la oreja y la cabeza con poco pelo. Lloré a Renato y aun lo recuerdo.
Decidí sepultarlo en un lugar en el jardín para que siempre estuviera con nosotros y escuchar de su más allá su silbido.
Cuando se nos mete en el alma un sentimiento convivido entre dos mundo, entre lo humano y la naturaleza que nos rodea es porque somos capaz de amar hasta las piedras.
Espero les haya gustado esta historia. Hasta la próxima.



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