Un día pesqué un pez al que llamé, Pescado.
Era el primero que atrapaba y el primero que me atrapó.
Como andaba solo, igual que yo, lo hice mi amigo, y juntos regresamos a casa para la cena.

Pescado botaba el río por los ojos, pero yo le cantaba para que no lo hiciera, porque eso hacen los amigos, ¡alegrar al otro!

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Pescado no dejaba de escucharme, me miraba, daba vueltas. Estaba nervioso ¿presentiría lo que le sucedería?

Por el camino encontramos a Cocodrilo. Lo pidió para llevarlo al río. Pero ni Pescado ni yo estuvimos de acuerdo.

Luego encontramos a Gaviota. Propuso elevarlo por los cielos, enseñarlo a volar. Pero Pescado solo quería volar en las profundidades del río.

Más tarde tropezamos con Gente. Gente dijo que con su familia Pescado viviría bien, que jugaría con Hijos y Esposa. Pescado no quiso nueva familia.

Casi llegando a casa, Pescado empezó a botar, nuevamente, el río por los ojos, y yo, nuevamente canté para él.

Finalmente llegamos a casa, Pescado saltó de emoción cuando lo liberé –lo había rescatado de un charco– Lo lancé al agua y comencé a botar el río por los ojos.

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Pero Pescado me cantó para que no llorara, porque eso hacen los amigos, ¡alegrar al otro!