Érase una vez en una tierra desconocida y en una era muy antaña un jovencito soñador que observaba las aves, las mariposas, las libélulas y abejas.
Toda criatura con alas llamaba tanto su atención a tal punto de dejarlo extasiado por horas.
Él quería volar y surcar los cielos, conocer y explorar, pero ¿cómo lo iba a lograr?
Empezó a inventar, idea tras idea, plano tras plano.
Primero hizo un par de alas que iba a batir con sus brazos para levantar vuelo, pero resultaron ser demasiado pesadas para siquiera poder cargarlas y ni pensar en aletear.
Otra de sus ideas fue la de hacer un gran globo de cuero que iba a llenar con aire caliente para poder flotar. En una pequeña prueba a escala había funcionado, esas lámparas flotantes eran hermosas, pero los materiales que usó para construir el gran globo eran muy pesados y de nada sirvió todo el aire caliente que pudo producir. No despegó ni un centímetro del suelo.
Idea tras idea, falla tras falla, un par de huesos rotos y un corazón quebrantado por tantos fracasos lo hicieron desistir y volver a la escuela.
El joven creció, se fortaleció en cuerpo y mente, se convirtió en un gran ingeniero, conocía de todo tipo de maquinarias y era muy querido. Pero algo le faltaba y no sabía qué.
Una noche, después de mudarse a una solitaria casa de campo, desempacaba caja tras caja de material de trabajo hasta que se topó con algo que le devolvió la alegría a su corazón. Eran los viejos planos de sus máquinas de cuando era muchacho.
Ahora podía ver todas las fallas, los errores. Ahora con su nuevo conocimiento podía idear una nueva máquina que lo hiciera volar y remontar los cielos.
No fue una tarea fácil, lo arduo del trabajo lo hacía disfrutar cada hora que dedicaba a su proyecto. Él sabía que lo lograría.
El joven inventor pudo cumplir el deseo de su corazón unos años después de mucho ensayo y erros. Pero no solo diseñó una máquina que lo hiciera volar, sino que fue más allá e hizo una máquina que podía cargar algunos pasajeros.
Ese inventor pudo entender entonces que era necesario detenerse para aprender. Que intentar tercamente a ciegas no era prudente y no iba a dar frutos. Quizá pudo haber logrado volar solo, pero llevar compañía consigo, era una experiencia para compartir.

MATERIALES: Dibujo Hecho En KRITA

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