Ya han pasado algunas semanas desde la presentación que realizamos con Laura, la cual fue un éxito total. Ese día no pude dormir de la emoción y no es porque hayamos realizado una impecable presentación, bueno yo sólo hice los gráficos y las estadísticas, porque hablar... jamás; fue ella quién brilló ese día explicando cada detalle. No pude conciliar el sueño por la noche, ya que recordaba cada detalle de su rostro y lo que llevaba puesto, «por Dios»

Ya había pasado la fiesta de inicio de año, a la cual no fui, pero de la que me enteré mucho. La parte más importante, el vestido escotado que se puso Laura y los besos apasionados que le daba el tonto de mi jefe.

Aún no sabía porque sentía un interés mayor en Laura y porque sentía una extraña sensación cuando la veía con él.
Ella era increíble conmigo, muchas veces me traía el almuerzo de la cafetería porque yo me encerraba tanto en el trabajo, que se me iba la hora de comer y a veces se sentaba conmigo en el comedor. La hora de almuerzo me recordaban los recreos del colegio, pero Laura los hacía especiales y esperados.

Hablábamos mucho, ella sabía que yo era tímida y trataba de no generar incomodidades en mí. Como cuando una vez me preguntó por mi familia y yo no quise contestar, ella se disculpó y empezó a hablar de otras cosas.

Me contó de su familia, que era hija única y que su madre vivía a las afueras de la ciudad. No la visitaba mucho porque se había mudado cerca al trabajo, pero sí hablaban diariamente. Me di cuenta que era una buena hija.
No me habló de su padre y no se lo pregunté, porque quizás era un tema del que no quería hablar.

Me preguntó si tenía novio y otra vez desvié la pregunta, ella con una sonrisa me dijo —tranquila, qué no te obligaré a decirme algo que no quieres— Si que era linda por todos lados; además, me tenía mucha paciencia, algo que yo hacía perder con facilidad.

Su voz suave me hacía sentir cosas extrañas y no sabía que cosas eran. Nunca había durado tanto en una conversación o interactuando con algún ser humano antes.