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Al abrir la puerta no podía creer lo que veía y no pude pensar en lo que sucedería, en mi mente estaba preparando los insultos más decentes, pero insultos al fin y al cabo, habían profanado la paz que allí se respiraba, ya había escuchado algunos rumores del vecino en cuestión, acerca de la música y la cantidad de mujeres que a su apartamento llevaba.
Un cuerpo reluciente y una sonrisa me recibieron con un saludo de buenas tardes, mis palabras se perdieron y esfumaron ante tanta belleza, si en efecto era el vecino del piso 8, confirme los rumores era un profesor de baile y allí quede yo desde ese mismo momento inscrita y todas las tardes soy alumna de su clase.
La amabilidad y la belleza vende
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