En busca de sentido

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(Edited)

Poco más de medio siglo ha pasado desde el día que desperté abrazado al absurdo...

Por primera vez era consciente del ahora sin nociones del tiempo y, desgraciadamente, tenía la certeza de existir. La realidad era espantosa. Sentí que mi cuerpo no me pertenecía. Intenté explicarme mediante razonamientos lógicos el porqué de la sensación experimentada, pero fue tanto el vértigo que debí aferrarme a aquella cosa que dormía a mi lado, la cual apestaba a huevos podridos sumergidos en un pozo de aguas negras.

Nunca antes la rutina me había parecido tan carente de sentido, lo supe ese mismo día cuándo, de súbito, salí del cubículo donde trabajaba y abandoné el edificio sin rumbo alguno. El simple hecho de dedicarle un pensamiento a la existencia me provocaba nauseas; incluso ver a dos personas hablando me revolvía el estómago.

Había quedado en almorzar con Sofía, la única mujer que he amado durante eones, sin embargo, no asistí al encuentro por temor a saberla inútil; al verme seguramente hubiera querido ayudarme, lamentablemente nadie podía salvarme de mi condición humana. No obstante, debido al amor que le profesaba, recurrí a sus métodos intentando extinguir la desesperanza que me corroía por dentro.

Comencé a cuestionarlo todo y pronto me vi opacado por la presencia de aquel ser pestilente. Sorprendentemente el absurdo crecía a medida que mis interrogantes se precedían unas a otras. Para el final de la tarde, mi problema ontológico ocupaba incluso los recovecos del alma, negándome toda esperanza de hallar un sentido.

Cansado por los mareos y los kilómetros recorridos, tras el periplo me encerré en mi apartamento sin querer hablar siquiera conmigo mismo. Dormí un par de horas a pesar del olor de mi nuevo compañero de cuarto. Al volver de ese estado en donde no sueñas y pareces estar inmerso en la nada, me propuse reabastecer mi biblioteca y pasar la noche en vela buscando respuestas.

Acudí a una librería de la ciudad que no cerraba sus puertas a ninguna hora y dejé parte de mis ahorros en la caja registradora a cambio de montones de libros. Esa noche salté de una lectura a otra oteando entre párrafos de razonamientos filosóficos, aumentando el grado de insatisfacción.

Antes del amanecer, gracias a mi habilidad súper desarrollada de comprensión lectora, había leído una veintena de libros y concluí que no era el único enfermo de la época. Me enteré por boca de un tal Jean-Paul Sartre que la náusea eran síntomas comunes de nuestra condición. Por otro lado, un sujeto llamado Albert Camus brindaba alternativas para aprender a sobrellevar el asunto. Sin embargo, no fue sino mediante Víctor Frankl que encontré verdades reconfortantes.

El reconocido doctor me habló de sus días como prisionero en Auschwitz; de cómo sus compañeros de celda perdían incluso la capacidad de sentir; y de incontables sucesos horrorosos, producto de la reciente guerra mundial. Frankl partía de su experiencia para fijar las bases de lo que hoy se conoce como «logoterapia»; pero lo más curioso de todo era la frase de un afamado filósofo que el autor citó en más de una ocasión.

Esa mañana, mientras preparaba café y el alba asomaba por el horizonte, analizaba lo leído y opté por apegarme a la frase que el doctor citó, dada su coherencia y veracidad. Observé a mi apestoso compañero y lo abracé sin asco. Al fin y al cabo, la vida no tiene sentido, empero, como decía el viejo bigotudo de Nietzsche (citado una y otra vez por Frankl): «Quien tiene un por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo».

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La imagen utilizada pertenece a Carl-Olof Zimmerman, fotógrafo de Unsplash.com.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.



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10 comments
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Me parece interesante la manera como muestras el sentir y la actitud que puede estar invadiendo la vida de una persona y las múltiples confusiones que solemos tener frente a una determinada situación. Le estructura del texto me parece que tiene innovación. Será de interés para mi ir evaluando para poder darle un nombre. Felicitaciones por esos reconocimientos. Merecidos!!

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Me alegra saber que la publicación puede aportar algo a los lectores.
Gracias por la visita. Saludos.

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