Agua sucia

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Belladona es una mujer peculiar que conocí un día cualquiera mientras iba por la vida sin rumbo. Desde entonces he aprendido un montón de ella. Es escritora profesional. Su personalidad compleja al igual que su pasado, resulta atractiva y desconcertante. Constantemente le recuerdo que es un espécimen anómalo y ella calla; repudia halagos o alabanzas. Solemos cenar eventualmente discurriendo en temas de interés y en compañía de Sofía, haciendo de las veladas una tertulia amena.

En cierta ocasión, tras haber terminado la faena y partir con los estómagos llenos, decidimos continuar la conversación en mi apartamento. Por aquel entonces yo vivía en una pocilga a punto de derrumbarse, debido al bajón monetario que atravesaba. Charlábamos sobre nuestras recientes lecturas y las impresiones que habían dejado en nosotros. En un momento dado tocamos el tema del «bloqueo de escritor».

—¿Cómo es que nunca dejas de escribir? —pregunté. Belladona parecía una ametralladora escupiendo palabras sobre el papel. Era capaz de escribir una novela en dos meses. Una mujer impresionante.

Respondió asegurando no saberlo. No obstante, mi curiosidad necesitaba ser saciada. Intenté por todos los medios desvelar el secreto: formulé preguntas incómodas, persuadí, e incluso ofrecí una suma altísima de dinero; no fue sino hasta ofrecer dicha recompensa que reparé en mi inconsciencia, producida por la alta ingesta del líquido tinto llamado vino. Guardé silencio. Llevaba horas objetando en contra de su aseveración.

—El bloqueo de escritor no existe —decía ella con aplomo.

En mi larga e inmortal vida había conocido una infinidad de escritores que sufrían inmensamente cuando la creatividad se amurallaba o salía corriendo, dejándolos a solas con el folio. Ahora estaba frente a ella escuchando sus palabras rebosantes de convicción y no podía creerlo.

Quise lavarme la cara para espabilar, me dirigí al fregadero que estaba al lado de la pequeña sala y abrí el grifo.

—¡Maldición! —grité.

—¿Qué sucede?—preguntó muerta de curiosidad.

—Otra vez el agua sucia. Mañana a primera hora me quejaré con los del condominio. No pago la renta para lavarme la cara con esta porquería.

—Déjala correr—dijo.

—¿Para qué? ¿De qué serviría?

—De mucho. Con el tiempo saldrá limpia —dijo tras levantarse de su silla y acercarse a mí—. Es como el proceso creativo de la escritura: al principio solo brotará agua herrumbrosa y pútrida, pero si dejas que todo fluya aclarará —anunció con tono afable; pero seria. Solo eso bastó para comprenderla.

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La imagen utilizada pertenece a Imani, fotógrafo de Unsplash.com.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.



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6 comments
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Excelente musa tu amiga Belladona! Consiguió trasformar un bloqueo del escritor en agua limpia.
Más merito pero creo que tiene @elotro que supo escuchar esta voz que pocos consiguen oír.
¡Enhorabuenas por otro gran relato!

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Si la conocieras, comprendieras que lo justo sería darle todo el mérito a ella.
Gracias por pasar. Saludos.

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Interesante metáfora.
Ciertamente, a veces hay que dejarse llevar un poco. Y en realidad creo que eso vine a buscar al comenzar a escribir en esta plataforma. Pero ojo, sin irse a un extremo, porque también está "el que escribe como habla"...

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En lo personal, opino que no debemos cohibirnos al momento de escribir.
Gracias por pasar, colega. Saludos.

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Mi muchachito no tuviste que esperar mucho tiempo para que saliera el agua clara.

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Afortunadamente no fue así.
Me alegra tenerla por acá. Un abrazo.

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