Crónicas de lo cotidiano 001: El peso del silencio

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El silencio es una de las cosas más poderosas que existen, para bien y para mal. En una pareja puede ser signo de compenetración, de confianza, de intimidad, pero entre extraños puede ser algo sumamente incómodo, y además es algo cuyo peso varía según las personas.

En lo particular cuando estoy solo no gusto mucho del silencio, y por lo general si no estoy escuchando música me gusta tener ruido de fondo. Pero cuando estoy con otras personas, sobre todo si son desconocidas, el silencio no me incomoda e incluso lo prefiero. El problema surge cuando alguno de esos extraños es todo lo opuesto y quiere hacerte plática.


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Me considero una persona amable, y no lo digo con presunción, mi trabajo me formó en ese sentido y se volvió una parte de mí, y puedo tener charlas superficiales con cualquiera sobre lo clásico: el clima, las noticias del momento etc, pero cuando un extraño quiere ir más allá y no se conforma con ese par de minutos de charla casual y empieza a interrogarte o a contarte su vida sin que lo pidas, prefiero mil veces el silencio.

Las charlas triviales no son lo mío, no se me dan y punto. Puedo tener charlas por horas de temas que me interesan con alguien que comparte ese interés, pero hablar trivialidades con extraños no, en esos casos prefiero el silencio, me siento cómodo con él, pero hay personas que son totalmente lo opuesto. hay personas que tienen que hacerle plática al del asiento de al lado, al de adelante de la fila, etc, para sentirse cómodas, y a quienes les incomoda muchísimo el silencio.


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El día de hoy, al llegar de viaje, el chofer de UBER que me llevó de la estación de autobus a la casa de ustedes era una de estas personas. Una persona muy amable y servicial, pero de las que no pueden evitar hacerte conversación y lo que es peor, no saben cuando desistir, lo que a mí me resulta muy incómodo porque te orilla a ser algo cortante para enviar el mensaje de "gracias por tu interés pero no estoy de ánimos de charlar".

Y es que, que de repente un completo extraño empiece a preguntarte sobre tu vida, cuando lo único que quieres es ya llegar a tu casa, no es precisamente lo más agradable, menos cuando no se conforma con respuestas breves y amables, sino que empieza a preguntarte cosas que requieren explicaciones que no te interesa dar.

¿Y porqué decidió usted dedicarse a la docencia?, ¿porqué no ejerce la profesión a la vez que da clases?, ¿qué clase de las que da le cuesta más trabajo?, ¿cómo lo tratan los alumnos?, entre otras, fueron las preguntas de este hombre, que si bien simpático y muy amable, no sabía cuando parar.


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Cada vez que terminaba de contestarle de la manera más breve y amable posible sus preguntas, cuidando no darle pie a que haga más, me ponía a mirar por la ventana del auto, tratando de decirle con lenguaje no verbal que no quería seguir hablando, y después de algunos minutos de silencio que me sabían a gloria, volvía con otra andanada de preguntas. Al final no me quedó más remedio que charlar con él todo el resto del trayecto, ya que la otra alternativa era abiertamente decirle que no quería hablar y que dejara ya de preguntarme cosas que no venían al caso.

Me llamó mucho la atención como le cambió el semblante. Su sonrisa se hizo más amplia y diría que se veía hasta aliviado, mientras yo por el contrario no estaba muy cómodo con la situación, pero me resigné y traté de relajarme. Afortunadamente se trataba de un trayecto de solo unos 15 minutos. Dudo que lo hubiera manejado igual si hubiera sido mi compañero de viaje por un par de horas.


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Finalmente llegué a casa, y pude desempacar y descansar, ahora si en silencio, y no pude evitar reflexionar sobre la situación y reconocer, una vez más, que hay personas a las que el silencio les pesa demasiado y necesitan hablar para no sentirse incómodas con gente extraña.

Yo soy todo lo opuesto y no tengo nada contra este tipo de personas, de hecho mi abuelita materna era así, cada vez que la acompañaba a alguna parte, siempre acaba platicando con medio punto, quizá por eso a pesar de que le huyo a estas personas, cuando no me queda otro remedio prefiero tolerarlas y sobrellevarlas que ser grosero con ellas, ya que como decía mi abuelo lo cortés no quita lo valiente.

Pero ya que estamos aquí en confianza, querido lector, si algún día nos encontramos, y tu eres de esas personas, no me tomes a mal si no charlo aménamente contigo si no tenemos intereses en común, créeme que no eres tú, soy yo... y el silencio.

©bonzopoe, 2020.

Nota: La imagen de portada fue creada a partir de la fuente señalada usando Microsoft Powerpoint.


Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.

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