La Cueva ― Parte 6 (Final)

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La Cueva ― Parte 6 (Final)

A unos diez metros delante de ellos, se abría una nueva galería, a diferencia del túnel que le precedía, ésta parecía estar intensamente iluminada por una luz dorada, que irradiaba segadora desde su centro.

Sintieron una intensa brisa fría soplar en sus rostros, proveniente de la galería. Se aproximaron cautelosamente, a medida que se acercaban al final del túnel pudieron distinguir como en medio del lugar crecía un gigantesco árbol de tallo y ramas de un color blanco como la nieve y follaje de un reluciente dorado, la luz que llenaba el lugar parecía provenir de él.

No se trataba de la tenue y fantasmal bioluminiscencia que habían visto hasta el momento, era luz intensa, como la del día. Al mirar hacia arriba, pudieron observar cientos de las pequeñas criaturas voladoras que salieron de la cueva durante la noche, revoloteando en un amplio círculo, alrededor del techo de la galería. Eran como murciélagos, pero reflejaban la luz del árbol como si su piel fuese de cristal.

Lentamente se fueron aproximando al árbol y notaron que en sus ramas había criaturas parecidas a pequeños simios que los observaban con curiosidad. Cuando se dieron cuenta de la presencia de esto detuvieron su paso y ambos tomaron las armas que guardaban en su bolsa y la sostuvieron como prevención.

Fue entonces cuando repentinamente, como si alguien hubiese pasado un interruptor, que todo se oscureció, la galería se tornó negra como el espacio e intensos chillidos se escucharon en todas direcciones, las criaturas voladoras empezaron a aletear cerca de ellos, golpeándolos como si les estuvieran arrojando rocas de todas las direcciones.

Enmanuel giró a su derecha y su reflector iluminó a menos de tres metros de él, una gran criatura parecida a un lagarto erguida en sus patas traseras, sus ojos amarillos lo observaban, mientras de su boca, una larga y viperina lengua purpura se asomaba como si estuviese tratando de saborear el aire a su alrededor, sus fauces se abrieron y de ellas surgió un rugido como el de un león, que le hizo estremecer, sorprendido, le apuntó con el arma y descargó un pulso sonoro directo a la cabeza de la bestia, que cayó al suelo retorciéndose.

Aterrorizado, empezó a correr de regreso al túnel por el que habían llegado, a su alrededor revoloteaban varias de las criaturas voladoras, que parecían seguirlo mientras corría a través del túnel. En su camino encontró un pequeño animal similar a una tortuga que se interponía en su camino, lo pateo y la criatura quedó tumbada en el camino.

Siguió corriendo y pudo sentir como se le acababa el aliento, su corazón latía aceleradamente, recorrió pesadamente el resto del túnel hasta la siguiente galería, fue entonces, cuando en medio de ésta, sus piernas flaquearon y cayó de bruces extenuado, trató de arrastrarse, pero las fuerzas le habían abandonado, casi no podía respirar, sentía como si algo muy pesado estuviese sobre su espalda, oprimiéndolo contra el suelo y quitándole el aliento. Entonces dejó de intentar escapar y aceptar su destino, se detuvo, cerro sus ojos y perdió el sentido.

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Tras oscurecerse la galería, Lionel, sorprendido, giró en todas direcciones, iluminando la galería para ubicar a Enmanuel, entonces frente a él una forma oscura como de unos dos metros de alto se le abalanzó y le golpeo repetidamente en la cabeza, Lionel cayó al suelo retorciéndose del dolor, su cráneo parecía retumbar dentro del casco, como si se expandiera y contrajera repetidamente.

Con dificultad, se arrastró por el suelo inundado, hasta llegar al otro lado de la galería, donde se abría un nuevo túnel, que alcanzó a iluminar. Sentía que se ahogaba y que su cuerpo estaba a punto de colapsar, se recostó en la pared del umbral del nuevo túnel y se quedó inmóvil, había perdido el control sobre sus extremidades, por más que intentó moverse su cuerpo no respondía, permaneció ahí, inmóvil, con su reflector apuntando a la otra pared del túnel, hasta que su energía se agotó y se quedó dormido.

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En el pequeño puente de la nave, Hernán, Patricia y Midori, observaban con detenimiento la grabación de los rastreadores de Lionel y Enmanuel, en el video quedaron registrados los últimos minutos de los exploradores, su vacilante y lento transitar por el túnel hasta la tercera galería, donde, en medio de la oscuridad, iluminados sólo por la luz infra roja de los rastreadores, Enmanuel repentinamente disparó un pulso sónico a Lionel y luego corrió de regreso por el túnel, pateando en su camino al pequeño ROBERT, que los seguía de cerca , para luego colapsar tras lograr llegar a la segunda galería.

Por su parte Lionel no se pudo recuperar del golpe, propinado directamente en su cabeza por el pulso y se arrastró hasta la entrada del siguiente túnel donde se quedó recostado hasta fallecer.

―Entonces eso fue lo que sucedió ―dijo Hernán, viendo a Midori ―. Y, ¿Cómo pasó?, al parecer siguieron todo el procedimiento de seguridad.

―Creo que fue cuando comieron, antes de salir a su primer recorrido en la cueva, estaban condenados desde el principio ―Midori señaló un contenedor de alimento deshidrato que estaba sobre la mesa ―. Se debe retirar el sello antes de conectarlo al adaptador del traje, eso esta diseñado para ser usado en el espacio, no en ambientes contaminados. Las esporas deben haberse adherido al adaptador del contenedor o del traje, y por ahí lograron entrar al traje y su organismo.

―Poseen una toxina que afecta el sistema nervioso central ―intervino Patricia ―. Las expulsa el moho azul que crece en las paredes y suelo de la cueva. Tal parece que genera intensas alucinaciones y paranoia, y ataca las funciones cardiacas y respiratoria, también puede ocasionar parálisis. Paradójicamente las muestras que ellos tomaron nos ayudaron a encontrarlo, todo el aire de la cueva está contaminado, tal vez por eso no hay ningún tipo de animal en viviendo en ella, sólo moho y hongos.

―Bien, parece que esto y los análisis de las secuencias de ADN de las muestras que habían tomado, termina de comprobar la teoría del doctor Gouveia, las formas de vida de este planeta son de origen terrestre ―concluyó Hernán ―. Ahora debemos dirigirnos a la segunda ubicación, ahí debe estar la respuesta a todo esto.

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A unos cien kilómetros de la cueva, en medio del bosque, totalmente sepultados entre materia vegetal, se encontraban los restos de una antigua nave colonizadora, accidentada más de quince mil años atrás, y que había pasado desapercibida debido a la espesa capa vegetal y a encontrarse completamente inoperante.

―¿Es esta? ―preguntó Patricia, mientras veía a Hernán observar los diagramas de la siniestrada nave que se proyectaban en el puente.

―Sí, los registros que se recuperaron del programa de colonización, indican que es la Eurídice, al parecer se estrelló, pero su IA siguió funcionando y logró iniciar la terraformación, ocurrió hace tanto tiempo que los sistemas ya son prácticamente indetectables ―explicó Hernán ―. No sabremos que pasó realmente, hasta que no sea analizado el sitio del accidente, pero por lo que puedo observar, toda la sección del vientre de la nave colapsó y ahí se encontraban los embriones humanos y gran parte de los de las formas de vida animal, supongo que se perdieron y la IA trabajó con lo que tuvo a mano, las formas de vida vegetal y algunas pocas especies animales.

―Y obviamente al pasar el tiempo y las nuevas y peculiares condiciones del planeta, hicieron que la evolución hiciera su trabajo ―intervino Patricia ―. Las especies terminaron cambiando para adaptarse al nuevo entorno, creando grandes diferencias respecto a sus ancestros originales, diferencias que no pueden engañar al mapeo de ADN.

Texto de @amart29 Barcelona, Venezuela, diciembre de 2019

Otros relatos de la serie La Era de Perseo

• La Cueva - Parte 1
• La Cueva - Parte 2
• La Cueva - Parte 3
• La Cueva – Parte 4
• La Cueva – Parte 5
• La Cueva ― Parte 6 (Final)

Gracias a todos por visitar mi publicación, espero sus comentario y agradezco su apoyo, hasta la próxima

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