Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido (...) Quise vivir profundamente y extraer toda la médula de la vida, vivir en forma tan dura y espartana como para derrotar todo lo que no fuera vida, cortar una amplia ringlera al ras del suelo, llevar la vida a un rincón y reducirla a sus menores elementos.
Henry David Thoreau ~ Walden. La Vida en los Bosques.

Autorrealización

Uno de los consejos más valiosos que he encontrado en toda mi vida, provino de algún texto primitivista en alguna web olvidada. Ya no recuerdo si fue Zerzan o Hakim Bey ("padre ideológico" de la cultura hacker y precursor del cypherpunk), y tampoco he logrado encontrarlo de nuevo, ahora que he crecido; pero para mi mente de niño hambriento de respuestas, éste fue un consejo a recordar para toda la vida:

Cuando trates con la gente, debes recordar que todos tienen el corazón roto.

Aún siendo un niño podía ver la verdad desnuda de esa afirmación, y a través de mis muchas experiencias sólo pude confirmarlo a cada momento.

Observaba el desarrollo de los individuos y los acontecimientos, y veía cómo las auténticas motivaciones de las personas se escondían —como la cabeza de un avestruz de caricaturas—, cada vez más, a medida que crecían.

...debes recordar que todos tienen el corazón roto.

Lo peor de todo, según pude entender, no era que los humanos escondíamos nuestras verdaderas razones ante los otros; sino que lo hacíamos ante nosotros mismos.

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Comienza como una ínfima reacción nerviosa ante un mundo que no se interesa en nuestra verdad, ni en la verdad de las cosas. Una actuación espontánea, la representación de un papel teatral: "Ahora soy más aceptable. Tal vez ahora sí podrán amarme."

Después la enfermedad se va expandiendo por toda la extensión de nuestra humanidad, queriendo controlar cada mínimo gesto, cada tono y cadencia, cada expresión del ser; hasta que el ser ya sea todo un parecer, toda una máscara, toda una mentira.

"Yo no sufro de eso", dicen algunos. Qué afortunados son... pero continuaré observando:

...recordar que todos tienen el corazón roto.

Tal vez tú has escuchado sobre esto en infinitas ocasiones. Es lo que algunos llaman ego, el enemigo arquetípico de crudiveganos y hippies, de mentoras ahogadas en maquillaje y gurús voluptuosos. A juzgar por las apariencias, se trata del enemigo de toda la sociedad. Sin embargo, es esa misma sociedad la que jamás se ha interesado en aquella verdad que tú escondes... y tampoco lo hará, pues sus bases así lo determinan.

Cuando un individuo observa demasiado este fenómeno, se convierte, gradualmente, en una especie de discapacitado ante las exigencias del mundo. Porque sí, el mundo está loco, pero los humanos enloquecemos para adaptarnos a él. Jiddu Krishnamurti dedicó toda su obra filosófica a explicarlo:

No es saludable estar bien adaptado a una sociedad enferma.

Spinoza también comprendió, mucho antes del desarrollo del psicoanálisis, cuán determinados estamos por nuestra propia inconsciencia.

"Yo no sufro de eso", dicen algunos. Afortunados... significa entonces que han mantenido sus miradas fijas en la falsedad del mundo, y que eso los ha deconstruido mil veces. Significa que mil veces han muerto. Mil veces sus defectuosas mansiones de ideales y sueños cayeron. Mil veces su miríada de personajes les reprocharon su dolorosa incapacidad para vivir una vida "normal".

Para mí es importante aclarar que el fenómeno egóico es, en su esencia, simplemente la necesidad que todos los individuos tenemos de maniobrar entre las realidades de nuestro mundo, para vivir, sobrevivir y realizarnos.

Emprender la construcción de un "yo" coherente es una necesidad, y así lo entiende nuestra naturaleza con total claridad. Por esto, la guerra contra el ego es una guerra insensata contra nuestras propias necesidades, además de una ruidosa incoherencia de personajes neurotípicos que construyen cada día sus egos por medio de discursos contra el ego.

Sin embargo, la construcción de un yo coherente no implica necesariamente la práctica del autoengaño, y eso algo que muy pocos llegan a entender. Existe la posibilidad de un juego justo en esta vida, en el que podemos construir nuestros egos como vehículos adecuados para relacionarnos con nuestro mundo, de acuerdo a lo que a cada momento debamos enfrentar.

Viaje al Inframundo: al rescate del niño salvaje

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Sin embargo, las posibilidades más sublimes de nuestras vidas están guardadas en aquellos sentimientos olvidados que fueron sepultados, cuando decidimos que el mundo debía ser más importante que nosotros mismos.

Nuestras verdaderas prioridades viven bajo esas capas de discursos que durante años hemos sostenido para olvidar cuán rotos están nuestros corazones.

Si quieres extraer la médula de la vida, deberás viajar a los reinos ocultos y olvidados de tu psique. Deberás rescatar a tus verdaderos sentimientos, porque ellos son, en realidad, la médula de la vida.