Los días a oscuras
Hoy hace un año exactamente, en Venezuela, la gente sufrió un apagón de 100 horas. Sin previo aviso y sin consentimiento de las demás personas, Venzuela quedo casi incomunicada por un periodo de tiempo que en, por lo menos, en todos mis años de vida, no se había visto. La mayoría de los estados venezolanos quedaron sin luz, y eso se volvió una incertidumbre para casi cualquier venezolano, tanto dentro como fuera del país. Las horas sin luz se tornaron en miedo y tristeza, pero para algunos, fue algo mucho más grande que solo eso.
Diez días sin luz no es algo fácil, y sin el previo aviso, todo era peor. Si habías comprado mucha carne, ¿cuanta podías usar antes de que se pudriese? Si usabas mucha, tal vez no podrías tener más porque el efectivo no se veía y las tarjetas en la mayoría de los sitios no funcionaban, pero si no usabas mucha, gracias a que no estaba refrigerada, te llegaba a la mente la idea de que se podría dañar tarde o temprano. La comida era algo de lo que se puede hablar, pero desgraciadamente ese no era el único problema. Habían otras cosas de que preocuparse, como el agua, el dinero o el internet, lo que para algunos también significaba trabajo.
Solo imaginen haber vivido en el noveno piso de un edificio sin planta. Eso quiere decir que cada vez que se acababa el agua tendrías que ir hasta abajo en tu edificio para ir a buscar agua y subir por las escaleras, y como si eso no fuese mucho, tenías que hacerlo como mínimo unas tres veces al día. Para las personas fuera del país, otro problema: comunicarse con sus familiares nunca había sido tan difícil y angustiante. Yo mismo viví eso, y gracias a que algunos vecinos solidarios tenían plantas eléctricas y podíamos cargar nuestros teléfonos (hablo en plural por mi familia), podíamos hablar con la gente fuera y dentro del país. Dentro del país también había difícil comunicación: verse con personas lejanas y acordar un negocio era casi imposible, ya que era difícil saber dónde estaba alguien todo el tiempo.
Si cuento todo lo que hice cuando no había luz, parece algo que haría alguien con mucho tiempo libre, y eso era así. Salí a jugar todos los días, ya sean juegos de mesas o algún deporte, me leí unos siete libros, le conté a mi mamá y a mi familia mis inseguridades, caminaba sin rumbo hasta cansarme y me devolvía, de noche veía las estrellas y bailaba al ritmo de alguna canción. Eso me hace recordar a una película llamada Soldado Anónimo, dónde dice algo como "buscábamos cualquier forma de entretenimiento: bañarse, masturbarse, hablar, dibujar, masturbarse otra vez, hacer ejercicio, masturbarse con la otra mano". Sentí como el país poco a poco iba hacía atrás, "creando" pensadas para usar sin luz, como cocinas que sirven a base de leña, o regaderas que funcionan sin la necesidad de llaves.
Conocí gente y me uní más a mi familia. Me dijeron cosas que nunca pensé que mis familiares podrían hacer, y además de eso me invitaron a conocer y hacer cosas inimaginables para alguien con sus crianzas. Ver a mi ex pareja (en ese momento eramos pareja) se hacía más placentero de lo normal, porque llegaba sin avisar y me motivaba a dejar de hacer algo que no fuese dormir todo el día. La depresión y la tristeza también se sentía, pero muchas veces se pasaba de forma efímera con algo lindo como unas risas irónicas que venían junto a algún comentario divertido.
Las risas nunca faltaron, porque a pesar de estar cabizbajo, me reía mucho mientras aprendía cosas nuevas como recortar (no, no sabía recortar hasta hace poco) o jugar ping pong. Cada cosa se volvía algo más lindo de lo normal, y ver a mis mascotas, por ejemplo, se volvió un placer que me gustaba sentir.
Los días pasaron y cuando por fin llegó la luz, la situación se veía como de ensueño. No se podía creer y fue uno de los mejores placeres que he tenido en mi vida. Fue una experiencia que tristemente tuve que repetir días después, junto a otros venezolanos, pero que la verdad, me aclaró mucho la mente.
No me gusta decir que fue algo bueno, porque no lo fue, pero siempre hay que ver una que otra cosa buena de la situación, y de ahí, pude sacar más cosas buenas que malas.
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