Abuelo espera. Microficción

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No quiero abrir la puerta; tengo un terrible presentimiento.

El perro del vecino no deja de ladrar. No puede estar aún aquí, quejándose otra vez. O quizás, haberme ido por un año entero no ha sido suficiente. Pero qué cosas digo. Es imposible.

Has regresado al fin, Ana.

¿Quién le ha dejado entrar y desde hace cuánto? Acaso estoy alucinando; ha de ser la casa y los meses de olvido que le juegan trucos a mi mente, pues es imposible que haya sobrevivido.

Ven para que pueda verte, niña.

Es increíble que ningún vecino notara que todavía está aquí esperándome. Nadie lo ha visto; la chica que vino a hacer el aseo hace un par de días me ha asegurado que todo estaba en orden, lo cual incluía silencio absoluto en la habitación cerrada y ausencia total de personas en a casa.

Ven para que pueda verte, niña. Pensaba que me habías abandonado… Tanto tiempo…

Cómo es posible. Ha estado solo, sin compañía, sin nadie que le dé de comer o le haga las compras; sin nadie que lo asee o le dé sus medicinas. Cómo es posible.

No quiero abrir la puerta.

Sabía que regresarías, mi niña. Ven a abrir las ventanas, para que entre algo de sol.



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