Todos los días, cuando comienza mi jornada de ejercicios me concentro y me dispongo para recibir el nuevo día. Voy siempre con la idea de atraer algo para mis post, algo que me inspire, algo qué compartir.

Una persona a quien siempre veo y con quien converso un ratito es con el señor de la montaña, no sé su nombre, así lo llamamos mis amigas y yo. Él en compañía de su amigo fiel, recorren la misma ruta que nosotras todos los días.

¿Por qué despierta tan temprano y sigue siempre este mismo sendero? Pregunté solo por buscar un tema de conversación. El señor, amablemente me responde —Debo abrir la llave del agua, las tuberías están conectadas de un manantial por aquí cerca y yo, soy el encargado de abrirla.

El señor mostró el lugar donde se hallan las mangueras y llaves además del lugar específico hacia donde se dirigía.

Es un señor mayor, con pasos lentos, cuerpo encorvado, en compañía del perro y apoyado de su bejuco, realiza la tarea que le fue encomendada desde hace 25 años.

El perro también conoce su tarea, acompaña a su dueño, explora el camino, se devuelve a buscarlo si éste hace alguna parada, se echa hasta que su dueño emita la señal de avance, es cordial con los amigos de su amo y se mueve con total libertad por esos senderos.

Como efecto contrario, al bajar de la montaña siendo aproximadamente las 8:30 de la mañana, vi una casa de techos rojos, con tuberías aéreas, columnas en obra limpia y sobre uno de los tubos lisos, compartían tres golondrinas. Solo a una logré fotografiar pero, me dio una idea.

Pensé en el perrito acompañante del señor de la montaña y todos los animalitos que conviven allá arriba y luego en ese pequeño pájaro en un paisaje urbano.

Pues, centrada en la urbe, veo un gallo y una gallina. Moría de risa porque ambos animales viven en una cauchera.

Se encontraban cerca de unas chatarras, caminando entre basura. El gallo estaba sucio, flaco, patas mugre, lleno de grasa y algo alterado. Posiblemente, también lo estaba la gallina pero su color negro en las plumas, lo disimulaba un poco.

— ¡Ese es un gallo traicionero!, cuidado la picotea. Me gritó un trabajador del taller.

Seguí la ruta, mejor mantengo prudencia y distancia. Pero primero respondí a mi impulso de tomar otra foto un poco más cerca de la extravagante ave urbana, de verdad está muy sucia je,je,je. _{Trabajaba mecánica}.

Otro taller más amplio se encontraba muy cerca. Escuché el chillido de otro animal, era un chivito echado y amarrado de un palo ¡Dios! ¿Qué sentido tiene tener un animal como este, encerrado en un taller y para colmo, amarrado como si fuese un animal salvaje?

No lo entendí pero, fue mi idea combinar fotografías de animales en la urbe…