El niño y el perro. Cuento basado en un sueño.

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El niño y el perro.

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Salieron al campo un día, como solían hacerlo en tiempos de vacaciones, y la maestra Nohemí se llevaba a un alumno destacado, para que disfrutara de 3 días de sana diversión.

El niño se llamaba Menio, y tenía 6 años, cursante del primer grado en una escuela pública de San Fernando de Apure, en Venezuela.

Menio tenía un perro cargado de años, y sin el que no podía estar mucho tiempo y, aunque estaba enfermo precisamente por la edad, le pidió a la maestra Nohemí que se lo permitiera llevar.

Esa mañana se dirigieron a una finca donde pasarían un día muy agradable, pero les sucedió algo lamentable porque comenzó a llover, llover y llover.

El esposo de la maestra llevaba varias maletas mientras que los otros adultos, que eran 4, también iban con mucha carga, por lo que, sin darse cuenta, Menio se quedó atrás con Lumo, que era el nombre del perro.

Menio gritaba con su vocecita bella e infantil:

—¡Auxiliooooooooooo, maestra! Lumo no puede avanzar.

La maestra acudió en ayuda del niño que, aunque estaba empapado por tanta lluvia, no soltaba a Lumo, que respiraba con mucha dificultad.

Sin desprenderse de Lumo, llegaron a casa, pero Lumo estaba peor cada vez.

—Se me muere mi perro, maestra.

—Calma, Menio. Vamos a ver qué pasa.

La tristeza de los ojos de aquel perro moribundo iba transmitiendo los cristales húmedos a los de ese niño que con el alma había querido a Lumo.

No había nada que hacer. Lumo falleció, y Menio lloraba con la mayor tristeza presente en un corazoncito como el de él.

La maestra y los demás, conmovidos y en silencio, acariciaban y abrazaban al niño para consolarlo.

Luego, metieron el cadáver en una bolsa con la intención de botarlo, pero Menio pidió un pico y una pala, y que cavaran un hueco donde, después de arduo trabajo, lo introdujeron y recubrieron con tierra.

Después de sepultarlo, hizo una cruz de 2 tablitas que pintó de amarillo, y con su letra, no muy buena ni clara, escribió el letrero:

—Lumo, recuerdo de tu dueño Menio.

La consternación fue grande, y al terminar se enterrar a Lumo, decidieron regresar a casa.

Bendiciones de Dios para todos.

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2 comments
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Hola, amigo @lecumberre Es muy triste perder a una mascota que se ha amado mucho. Así me ocurrió con mi Perlita, que falleció hace dos años

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Hola, Lbrepensadora. De cierto que sí. Hasta en sueños, tal como lo experimenté. Muchas gracias por el comentario.

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