Tempestad

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En búsqueda de inspiración encontré un mar en plena tempestad. Intenté evadir cada ola que pretendía alejarme de las costas seguras donde aguardaba por mi llegada la razón de emprender este viaje.

Mucho fue el empeño que puse en aquella tormenta que me impedía avanzar porque el no hacerlo, solo me llevaría justo hasta el fondo que no podía permitirme tocar.

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En el punto de ese último aliento, al borde del cansancio y de la aceptación del impostergable destino, justo en ese momento empecé a notar que la tormenta cedía y lo entendí.

Esa tempestad no me empujaba al abismo, al contrario mi deseo de huir de ella sí. La tormenta solo me enseñaba la magnitud de mi fuerza de voluntad y aportaba lo que tanto buscaba: inspiración.

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En medio de la calma tuve la convicción de que ese temible escenario solo estuvo en mi mente reflejando un torbellino de emociones que no me permitían navegar aún más lejos. En definitiva, el propio pensamiento es el mar más inexplorado y peligroso.

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(Imágenes: Fuente: Pixabay.com)



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