Al ver la estrella, se llenaron de alegría. 11 Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Mateo 2:10-11 Nueva Versión Internacional (NVI)

Realmente, el nacimiento de Jesús fue un momento glorioso de celebración que marcó el cumplimiento de la promesa del regalo de Dios para la humanidad. En Jesús, se sella la esperanza de salvación y remisión de pecados como lo manifestó el ángel del Señor a José:

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS,[a] porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Mateo 1:21 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

El nacimiento de Jesús, va asociado con salvación y perdón de pecados.

Cuando Jesús nació tres hombres fueron avisados y guiados por la famosa estrella de Belén, quien les dirigió precisamente al lugar donde María la madre de Jesús, había dado a luz.

La actitud de estos tres hombres conocidos en la historia como “los tres reyes magos”, fue completamente de regocijo y de gran gozo, tanto fue la alegría de estos hombres, que se postraron y adoraron al pequeño que estaba en el pesebre y le ofrecieron presentes como oro, incienso y mirra.

Esta actitud, es la que se debe tener a lo largo de existencia de la humanidad. Hay que buscar a Jesús de todo corazón, ya no es por la guianza de la estrella de Belén, sino por la guianza del Espíritu Santo y postrarnos delante de Jesús y adorarlo como lo hicieron estos tres hombres y lo han hecho aquellos que a lo largo de la historia han servido a Dios de corazón.

No se trata solamente de celebrar el nacimiento de Jesús como una fecha de unificación familiar a través de una cena navideña, sino que debe haber una búsqueda de sincera alabanza y adoración, en donde haya un arrepentimiento verdadero del pecado y una definitiva decisión de santidad.

Presentemos nuestro corazón como el pesebre donde Jesús more y nos llene de gran regocijo para gran celebración en todos los días de nuestras vidas.