Crepúsculo paranormal | Un pacto inesperado

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Yo soy Rachel. Una joven llena de curiosidad por lo desconocido. Mis amigos no lo son tanto pero pude convencerlos de que me acompañen en esta aventura, que para mí, sería única.

Tal vez debí tener algo de precaución. No es por nada pero siempre mi abuela supo decir que no había que tenerle miedo a los muertos sino a los vivos. Vaya razón tenía. Hemos escapado de que nos roben. Prácticamente corrimos más rápido que el viento. Todos coincidimos en no volver a explorar sitios que ya habían sido visitados por otros, debido a que ahí se escondían los peores sujetos de la ciudad.

Con el tiempo ese miedo se nos fue y buscamos un lugar alternativo. Uno en el que nadie tuviera las agallas de entrar porque representaría un riesgo mayor. A 30 kilómetros de nuestra ciudad se hallaban las ruinas de una catedral. Buscando en Internet pudimos observar que como estaba bastante alejada nadie iría allí o al menos eso fue lo que pensamos. Esta catedral también poseía un espacio donde descansarían los muertos. Un cementerio como patio trasero.

Luego de cargar todos nuestros equipamientos para filmar y captar eventos paranormales nos dirigimos hacía allí. Uno de mis amigos, Jeremy, nos llevó en su furgoneta. Muy linda por cierto. El viaje se había tornado tan placentero que al mirar a los demás, ya estaban en el quinto sueño. Por mi parte me puse a mirar por la ventanilla y disfrutar del viaje mientras escuchaba un poco de música. No había algo malo en eso. Ansiaba mucho llegar pero no debía apresurarme, ser paciente era la mejor opción. Más que una opción era una necesidad.

Explorando un territorio totalmente abandonado

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LNLNLN | Pixabay

Éramos cuatro personas. Permítame presentarles a mis amigos. Habíamos arribado allí Jeremy, Thomas, Ciel y yo. Éramos dos hombres y dos mujeres. ¿Bastante parejo, verdad? Suponía que éramos el equipo perfecto, sobre todo si debíamos dividirnos. Claro está que el hombre suele ser casi siempre el más valiente. El protector de las damas. Bueno, no sucedía con exactitud en este caso. Thomas temblaba como una hoja y Jeremy estaba igual o más asustado. Nos preparamos e ingresamos a las ruinas de la catedral. Por la puerta principal y casi tocando timbre, claro está.

Quisimos entrar sin hacer nada de ruido, al menos por el momento ya que no sabíamos si había alguien vigilando el lugar. Todo parecía indicar que no, así que nos adentramos un poco más de lo permitido por nuestra razón. Podíamos observar abundante vegetación propia del abandono de una catedral que alguna vez tuvo vida. Si hubo algo que nos llamó la atención fue un olor un poco ácido. No había rastros de químicos y si los hubiese tendríamos que investigar su origen. Contuvimos el aliento y atravesamos ese gran salón donde donde ese olor parecía concentrarse cada vez más quien sabe desde hace cuanto tiempo.

Debíamos explorarlo todo. Atrás dejamos unas escaleras que se ubicaban una a cada lado y supuestamente conducían a distintas habitaciones. Según investigué, allí vivían algunos monjes que respondían a un ser divino aunque los rituales que hacían en aquellos años poco tenían de gloriosos. Decidimos regresar más tarde a ver de que trataba todo eso. Por el momento preferimos no recorrer la sala principal e ir por la secundaria que más intrigados nos tenía. Allí era por donde debíamos dirigirnos para acceder a la parte trasera donde estaba el cementerio pero sabíamos que había algo oculto que nos podría quitar de la realidad por unos momentos y encontrarnos con lo irreal, algo que no pertenezca a este mundo.

El santuario de la lucidez

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Tama66 | Pixabay

Este salón era el que se usaba antiguamente para predicar la palabra de un Dios que no es el que todos conocemos. Sin embargo, los objetos que habían por el lugar eran muy similares a los de cualquier santuario. Por lo que se podía observar la única luz que tenían era la que entraba por las ventanas. En las paredes habían soportes para sostener antorchas pero no estaban allí. Por una extraña razón algo no estaba bien y el sentimiento de ser observados llegaba a mi mente. ¿Qué hacer en el caso de que alguien o algo nos acechara? La verdad no tenía una respuesta, lo que sí debía intentar no transmitir mis miedos y representar valentía a mis compañeros.

Ese salón no tenía mucho más. Unos asientos largos donde la gente rezaba y en frente había una gran mesa con distintos objetos que aparentemente parecían de oro macizo. Suerte que éramos lo suficientemente honrados como para no hacernos con esos objetos, aunque a Thomas ya se le pasaba por la cabeza comprarse unos videojuegos. Tuve que darle un sermón en forma de puño. Seguimos rumbo a la parte trasera cuando nos pareció escuchar un fuerte golpe que provenía de la sala principal. Justamente eso nos dio el impulso de salir de allí cuanto antes pero la puerta no se abría. Jeremy, el más corpulento de todos, derribó la puerta y pudimos avanzar. En cuanto dimos nuestros primeros pasos volvimos a sentir ese desagradable olor pero esta vez viendo manchas en el suelo de un color entre amarillo y verdoso. Indudablemente se trataba de unos químicos y no íbamos a parar hasta saber qué era y cuál era su propósito de uso.

Con unos pañuelos que teníamos nos hicimos unos tapabocas. No queríamos respirar ese putrefacto olor junto al ácido que se veía por allí cada vez en más cantidad. Al recorrer el lugar pudimos encontrar unos barriles que a simple vista resultaban asqueantes. ¿Pero que contenían? Nadie se animaba a destaparlos y si yo no lo hacía no habría quién lo haga. Decidí juntar valor y abrirlo. ¿Quién me mandó a hacer tal cosa? Lo que había dentro eran distintos cuerpos amontonados cubiertos en ácido con una expresión de dolor los cuáles me recordaron a una escena de una película de zombies. Ya quisiera haber estado en la comodidad de mi casa comiendo papas fritas mientras veía TV. Esto no estaba nada bien y seguramente habría más sorpresas a lo largo de nuestra noche, solos acompañados de la luz de la luna o alguien más, quién sabe.

Un pergamino, un pacto y la invocación del mal

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Portraitor | Pixabay

El temor a ser los siguientes nos llevó a escapar hacía el parque de los lamentos. Le pusimos ese apodo porque la historia contaba que los siete hijos de una familia habían sido masacrados por unos bandidos de esa época. Los únicos sobrevivientes habían sido sus padres que en vez de vengar sus muertes ambos se suicidaron frente a sus lápidas. No es por nada pero ya estaba escuchando sonidos creados por mi mente ... ¿O serían reales?

La cuestión era que si habíamos llegado tan lejos era para algo. Teníamos que darle sentido a tanto sufrimiento. Nuestros corazones agitados nos lo agradecerían. Fue entonces que vimos a un lado del parque una edificación un poco más pequeña pero con el mismo estilo de la catedral. Entramos allí y nos encontramos con una escena bastante perturbadora. Un montón de antorchas encendidas y el sonido de una campana. En eso la puerta de cerró de golpe. No fue el viento, tampoco nosotros. No quedaba más remedio que seguir adelante, encontrar las últimas pruebas e irnos por donde vinimos.

Nos pusimos a investigar el lugar y en un momento alguien aparece con un traje de monje. No era el que esperábamos, este parecía el atuendo de un brujo. De pronto se lo escucha recitar unas palabras en un idioma que no comprendíamos. En sus manos sostenía un pergamino. Indudablemente no era buena señal que un tipo vestido de brujo empiece a leer en un lenguaje que parecía similar al latín. Nuevamente, al recordar las películas entendí que algo malo sucedería. Se trataba de una invocación, ¿pero de quién? No creo que importara más que salvar nuestros pellejos.

En ese instante giramos lentamente nuestro cuerpo y vimos una criatura detrás nuestro, que por extraña casualidad, bloqueaba la única salida existente. Este ser de las tinieblas estaba encendido en llamas y tenía la apariencia de un gran toro, pero su rostro… su rostro era el de un ser humano. ¿Cómo llegaríamos salir de allí sin incendiarnos o ser atropellados por temible e imponente ser? Ciel tuvo una brillante idea. Si se terminara con el invocador, la invocación se desvanecería.

Como se trataba de una especie de toro sabíamos que cualquier movimiento que hiciéramos lo provocaría e intentaría atacarnos. Lo enfurecimos unas cuantas veces sin éxito. Incluso a Jeremy se le prendió su chaqueta favorita conseguida en una subasta de segunda mano. ¿Subasta de segunda mano? Sí, bastante tacaño es. Parecía no funcionar pero Ciel le prestó un pedazo de tela rojo y con eso logró que en su ataque embistiera al invocador. De pronto el lugar comenzó a temblar y la sala se llenó de vientos huracanados y electricidad. Por poco más no se parecía a la sala de pruebas de Nikola Tesla. Nos protegimos ocultándonos en unas escaleras que llevaban a un subsuelo hasta que todo pasó. La puerta ahora estaba abierta.

Siempre nos imaginábamos encontrarnos con zombies. Es más, el cobarde de Thomas alucinaba con destrozarlos como en las series de televisión que ve. Pero al menos tuvimos nuestras dosis de acción. Sin embargo nadie nos creerá. La memoria de la filmadora estaba prácticamente llena con cosas que a cualquiera le generaría vergüenza ajena. Este Jeremy…

Nuestro regreso a casa fue más que satisfactorio. Algunos soñarán, otros tendrán pesadillas. Lo cierto es que vivimos una experiencia única e increíble en lo que llamamos "Crepúsculo Paranormal".

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Crepúsculo paranormal es una marca registrada que combina la temática paranormal con ciertas dosis de humor. Una marca de Vik Kyteler (@vikvitnik).
Permitido su libre uso a todo Kyteler.



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2 comments
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Very cool story... thanks for sharing! I hope things get better for you, in Venezuela. 😉

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