La muerte de lord Roxton - Entrada al concurso de microcuentos policiacos "Los crímenes en la calle Morgue", en honor a Edgar Allan Poe

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¡Hola y buen día a todos los lectores! Espero que estén pasando un bonito día y que estén gozando de buena salud en compañía de sus seres queridos. El día de hoy les comparto un relato del género policiaco, género que he estado consumiendo en estos últimos años y el cual considero un auténtico reto. Este relato participa en un concurso auspiciado por la comunidad @es-literatos , cuyo link les comparto por si se animan a participar:

Concurso de microcuentos policiacos "Los crímenes en la calle Morgue", en honor a Edgar Allan Poe.

Ahora bien, antes de empezar quiero comentar que la estructura presentada en este relato es de tipo clásico, enigma policial (o al menos es lo que trato de presentar). Es probable que en los próximos días presente una versión aumentada de este relato.



Cercanías de Derbyshire, Inglaterra, 1922.

Pollyanna Raleigh contempla con ojos suspicaces a las cinco personas que estaban presentes en la sala de Pyke Hills, residencia de su tío, lord Frederick Roxton. Aquella mansión, repleta de tesoros arqueológicos producto de largas expediciones por Asia, Medio Oriente y África, había sido escenario de un asesinato. La víctima de aquél atentado fue su propio tío, en medio de su cena de cumpleaños.

Tras una serie de investigaciones dentro y fuera de Pyke Hills, Pollyanna los citó a todos en la sala. Con un tono tranquilo, la joven comentó:

“No fue la primera vez que intentaban matar a mi tío. De hecho, no era extraño que al final sucediera. Las razones sobran para hacerlo. Sin embargo, es curioso que el ataque no iba dirigido a él… Sino a mí”.

Los presentes le miraron con sorpresa. Pollyanna añadió: “El veneno que pusieron en la taza de té proviene de la cicuta, una planta dañina para el ser humano si no se interviene de inmediato. El criminal creyó que yo no sabía nada de herbolaria, ¿no es así, abadesa Simourgh? O querré decir: Hermana Inmaculada”.

Un silencio pesado se apoderó de la sala. Los presentes miraron a la aludida, quien parecía estar perturbada al saberse descubierta.

“La abadesa Simourgh fue la primera en morir”, dijo Pollyanna con franqueza. “Ella se había enterado de las actividades nocturnas de un particular grupo de monjas y de su capellán, de quien ambas aprendimos el arte herbolario. La abadesa estaba furiosa porque usted sabía lo que sucedía intramuros y aun así no actuó. Estuvo a punto de enviar una carta exigiendo al episcopado que la expulsaran de inmediato por insubordinación, pero usted se le adelantó matándola. Después fue por las causantes de su desgracia; las eliminó de forma sutil en fechas separadas. Pero no terminó su trabajo: Faltamos yo, que aproveché la salida para escabullirme a Francia; y el capellán, conocido por sus amoríos con la mitad del convento”.

La religiosa se levantó, presa de la ira. Los policías, que estaban detrás de ella, la arrestaron.



Fuente de la imagen: Pexels



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