[ESP-ENG] QUEEN

Desde pequeño, siempre me ha gustado la ropa que usaba mi madre. Desde hermosos encajes que se ajustan a su cintura, la curvatura de sus pechos y delgados costados, hasta sus medias de nailon transparentes, que dejaban entrever la finura de sus bellas piernas. Siempre me han tachado de raro, afeminado, incluso de enfermo mental, pero tales comentarios me resbalaban, pues, ya a corta edad, aceptaba todos mis gustos.

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía seis años, y desde entonces he vivido con mi madre. A mi padre poco lo veía, hubo fines de semana en que la pasaba bien junto a él y otros en que no. Al principio me gustaban los lugares en los que me paseaba, pero al volverse repetitivos, comencé a aborrecerlos. Paulatinamente la relación con mi padre fue mermando hasta que finalmente, dejé de verlo.

No me importaba en lo absoluto, pues disfrutaba más estar con mi madre. Me gustaba cuando se arreglaba, la manera tan femenina en cómo se cepillaba el cabello, se colocaba sus pestañas, se maquillaba con sutileza y usaba sus cremas con olor a frutas. Tenía unos brazos hermosos, envidiables y lizos; como una muñeca de porcelana. Sabía usar muy bien sus recursos femeninos, y usaba un labial tan rojo que hacía juego con la luz de la luna.

Pero lo que más me gustaba de las cosas de mi madre, eran sus hermosos vestidos, sus relucientes zapatos de cuero; especialmente los de tacón alto. Me encantaba ver como se los probaba y modelaba para mí, como si se encontrara en un fantástico desfile de modas. Y luego se los quitaba, lamentablemente, porque no podía lucirlos en la calle. Mi madre era bastante liberal, pero la sociedad en la que estábamos sumidos no comprendía su potencial; pues era una osadía.

Una noche, me atreví, y fue a su habitación en cuclillas para adentrarme en su armario. Sigiloso traté de no despertarla, y me tomé un par de minutos antes de dar el siguiente paso. Cuando abrí aquellas puertas de madera, lo vi; ese hermoso vestido blanco de ensueño. Quedé paralizado ante tal esplendor, era como si estuviera frente a una aparición fantástica.

Sonreí boquiabierto. Oía que alguien me llamaba. Me sentí atraído por una fuerza extraña proveniente de aquel vestido. Sobrevolaban en mi cabeza nuevos pensamientos extraños, que luego se convirtieron en sensaciones que causaron una fuerte satisfacción. Caí en un letargo, pero aun conectado con la realidad, era como estar sonámbulo sabiendo que estás soñando.

Extendí mi mano y lentamente me acerqué al vestido, sentí como todos mis capilares se estremecían y mi estómago se revolvía suavemente; un orgasmo de placer. De repente, escuché un suspiro y miré hacia atrás, era mi madre quien daba vueltas en su cama. Recobré la conciencia, y el miedo a ser descubierto me hizo retroceder, retornando con celeridad a mi habitación.

Jamás olvidaré esa noche, el día en que por primera vez pude comprobar quien soy. Hoy en día trabajo en clubes y antros; en lugares nocturnos y deslumbrantes, repartiendo risas y belleza a todos los que vienen a verme. Soy la más hermosa de todas, con mi maquillaje y mis tacones, aunado a mi porte de reina.