[ESP-ENG] GEMINUS

Anteriormente, yo era una persona que sentía miedo por la soledad, me entregaba a las dolencias que me daba esta sensación. Cavilando actualmente, aquello solo eran indicios de que ya me estaba volviendo loco, y fue por esa falta de cordura, en que me encontré sumido en esta horrible situación.

Para dar un contexto de este fatídico momento, voy a desprenderme del dolor que esta prisión me provoca; conteniéndome con ganchos, pinchos, un suelo áspero y olor nauseabundo a ratas, que cada día es más o menos soportable. Suena el «tic tac» del reloj de mi padre hasta aquí, deduzco que «Él» ha conservado mis pertenencias.

Su origen proviene de mí mismo, pues es el reflejo de la ausencia de luz que da forma a mi cuerpo; una sombra, para decirlo en una sola palabra, mi propia sombra, a la que he invocado para que me hiciera compañía. Hace ya algún tiempo, mi mente ya transitaba por los terrenos de la enajenación. Me sentía perdido, acongojado, revuelto entre mareas dementes y oscuras, que solo me arrastraban para llevarme a ninguna parte; así iba yo, con mi vida.

Ni libros esotéricos, ni poderosos encantamientos, ni conocimientos antiguos e indecibles, podían desterrarme de este infierno en el que no sé cómo entré. La vida de un mago está rodeada de hechizos, pero, es una completa calamidad, debido a que los conocimientos prohibidos no te otorgan ninguna clase de compañía. Y fue una noche en que se me ocurrió, mientras aún permanecía despierto en mi lujosa cabaña, rodeado de arcaicos papiros y penumbras, observé a mi sombra como una silueta danzante que bailaba de un lado a otro; era parecida a un bailarín de la oscuridad, proveniente de una dimensión extraterrenal, quien vino a mis privaciones a otorgarme un poco de gracia.

La vislumbré por buen rato, parecía sanar mis acongojantes pensamientos. Me saludaba, se agitaba, incluso imaginé que me hablaba, como si quisiera otorgarme palabras de aliento. La vi una vez y otra vez, lo hice toda la noche, me alegraba verla bailar hasta que sus números se agotaron por causa de la luz matinal, que desgraciadamente, ese día emergió tan fulgente como una cálida tarde de verano. Mi sombra volvió a su estado natural normal; inerte, hasta que yo me moviera, sin embargo, aunque ella se adhirió nuevamente a mi voluntad, yo no perdí mis ideas.

Recordé una antigua pócima que tenía el efecto de separar la sombra de un cuerpo, otorgándole paulatinamente forma corpórea, así como una voluntad para actuar y una mente para analizar y percibir el entorno. Tal y como un humano más, solo que, esta sombra corpórea, estaría atada a la voluntad de su señor; es decir, de su doble real. La idea de tener a mi sombra conmigo me llenaba de excitación, pues no solo tendría compañía, sino a un aprendiz a quien pudiera dejarle mi legado.

Me sumergí de súbito en libros y pergaminos, buscando aquel conjuro que recordé. Comía y bebía poco y mi cuerpo estaba falto de higiene. Tenía hongos en las manos y mugre a las uñas debido al moho adherido en el papel. Mis manos me picaban y se volvían molestas, sin embargo, no podía detenerme, cada minuto actuando era una lucha continua contra la soledad.

La noche se acercaba nuevamente, y antes de que cayera el alba por completo, encontré el libro que buscaba. Me dirigí a la página de preparación de la pócima y la leí con emoción y detenimiento, y en ese instante; cuando hube terminado, decidí comenzar inmediatamente. Busqué los ingredientes, afortunadamente ya todos los tenía almacenados. Los vertí en una gran olla y usé el hechizo del fuego arcano para diluirlos. Los mezclé con contra pócima que contenía un ingrediente que poseía la sustancia alquímica de la sal, y esperé unos minutos hasta que ocurriera una reacción.

Una vez terminado, utilicé la forma arcana del agua y los mezclé, y en una sentada, mientras la luz de la serenidad nuevamente le daba forma a mi sombra, tome un gran sorbo en un vaso y me lo tragué por completo. No sentí nada; ni placentero ni doloroso. Vislumbré mi sombra y vi cómo se levantaba del suelo. Se retorcía como si sufriera un intenso dolor; se apretaba la cabeza con fuerza, pero no emitía sonido alguno. Al terminar su transición a este plano, se puso de rodillas, luego alzó la cabeza y me observó; estaba anonadado, confundido y sus manos no dejaban de temblar.

Le tendí la mano como si a un hermano se tratase, y le di un abrazo, «¡Al fin no me sentiré solo!», pensé, pero jamás imaginé que las cosas adquirirían una dirección perturbadora. Por obviedad, mi sombra ahora era una persona idéntica a mí, lo único que no poseía era mi voz, pues solo uno de nosotros podía tenerla. Pasaron algunos días y comencé a adiestrar a mi doble en su nuevo entorno. Comenzó con cosas sencillas como tomar los objetos y conocer su uso, hasta que realizaba tareas más complejas como poder escribir, preparar una rica cena y hasta dibujar una pequeña obra de arte.

Me sorprendí con lo rápido que aprendía, era como una esponja que absorbía todo, con una capacidad de adaptabilidad increíble. Me sentía hasta orgulloso de mi creación, pero, el aire en el ambiente comenzó a cambiar a denso y perturbador, cuando me percataba que mi sombra a veces me miraba con intensidad diabólica. Sus expresiones eran diferentes, se manifestaban en distintas ocasiones del día, hasta que, de repente, cuando estaba con la guardia baja en mis momentos privados, mi propia sombra me atacó con una vara de madera que batió contra mi cabeza, dejándome inconsciente en un instante.

Al despertar, me encontré aquí, atrapado en mi propio sótano con grilletes en mis muñecas y tobillos, desprovisto de ropa y con solo un recipiente de agua a mi lado. Estaba aterrado, pues sabía que en cualquier momento iba a morir, y esta noche lo supe; entendí por qué mi sombra hizo lo que hizo. Descendió al sótano y me mostró un papiro que contenía un conjuro, el cual servía para transferir la voz de una persona a otra. Eso es lo que mi sombra quiere, desprenderme de mi voz y tomar mi lugar en el mundo.