DOS CARAS, UN ALMA

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Imagen original | Editada con PhotoScape


«Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos».


— Charles Chaplin

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𝔻𝕆𝕊 ℂ𝔸ℝ𝔸𝕊, 𝕌ℕ 𝔸𝕃𝕄𝔸


En días anteriores, hace una semana aproximadamente, soñé que era otra persona con una vida diferente. Me encontraba en una cama que no era la mía, junto a una mujer que jamás había visto, con olores ajenos a mi habitación y entornos que nunca pude discernir. Fue la noche anterior, a la 1:56am aproximadamente, sentí el abrazo de la que supuestamente era mi esposa, y escuché el gemido de una niña sollozando al pie de nuestra cama.

— ¡Papi! ¡Papi! —Lo repitió varias veces, jamás la había visto, pero ella estaba convencida de que yo era su papá—. ¡Otra vez soñé lo mismo! Quédate conmigo, por favor. —La pequeña parecía tener siete años u ocho por lo mucho, tenía los ojos negros como la oscuridad de aquella noche, el pelo rizado y enmarañado, las mejillas redondas y blancas como dos buñuelos y la frente alta y pálida por la claridad de la luna.

—Si quieres esta vez me quedo con ella… —Dijo mi aparente esposa, levantada ya de la cama para atender a la niña.

— ¡No!, no te molestes, yo iré con ella, vuelve a dormir cariño—. Y sostuve a la pequeña por su mano y la llevé a su habitación.

Nunca supe cuál fue el impulso que me exhortó a decir esas palabras, parecía que inconscientemente cumplía el papel que me fue otorgado en ese sueño. Desde que llegué a esta ciudad me ha pasado seguidamente, pero en esta ocasión, está pasando de manera más nítida y perceptible de lo que puedo soportar. Los olores se intensifican, las percepciones al tacto son tan reales que pareciera que estuviera despierto, mis ojos detectan con tanta claridad lo que hay a mi alrededor. Estaba en una casa extraña, muy moderna y acogedora, no había nada inusual, era un lugar común y corriente.

Cuando finalmente llegamos a la habitación de la niña, me recosté con ella y la cubrí con unas sábanas. Me abrazó fuertemente y su corazón desaceleraba, ya segura por mi protección paternal.

—Papi, ¿por qué esas pesadillas solo me atacan a mí? ¿Acaso los demonios quieren llevarse mi alma? —Quedé turbado por sus preguntas, puesto que era impresionante que una niña tan pequeña pensara en esa clase de incógnitas.

—Las pesadillas no se quedan, cariño—. Una respuesta inconsciente. —Todo el mundo las tiene pero no somos especiales para ellas, se alimentan de nuestros temores así que no debes tener miedo, recuerda que, si tienes una, solo debes pensar que es solo un sueño.

La niña calladita se quedó observándome con los ojos brillosos, luego me dio la espalda y la abracé, hasta que después de unos minutos se quedó dormida. Mis acciones involuntarias estaban fuera de mi control natural. Intenté alzar un brazo, pero no pude, luego traté de abrir la boca, pero eso tampoco se me permitió. Mi cuerpo iba en automático como si alguien más lo manejara. Intenté desinhibirme a través de mis pensamientos, así que deseé mirarme en el espejo que quedaba al final del pasillo, y esta vez tuve éxito, pues mi cuerpo se dirigió directamente hacia el objeto.

Me miré frente al espejo y sorprendido vislumbré que mi cuerpo emanaba destellos, mi corte de cabello era diferente, y mi barba estaba completamente rasurada. Era yo, pero con un aspecto distinto. Después de observarme, de nuevo comencé a caminar automáticamente directo a mi habitación, me acosté en mi cama e inmediatamente busqué el calor de mi mujer, hasta que todo se volvió difuminado y oscuro y, en un instante, como si ni el tiempo ni el espacio tuvieran cavidad, desperté exaltado con los ojos abiertos hasta su límite.

Me sentía mareado con nauseas pero sin ganas de vomitar. Me encaminé hacia el baño para mojarme el rostro y me observé al espejo por unos segundos. Mi aspecto parecía de trasnochado aunque me sentía aliviado por conservar mi usual corte de cabello y mi barba, lo cual era algo que causaba mucho espanto. Después fui a la cocina para prepararme el desayuno pero me di cuenta que aún faltaban algunas cosas, así que me dispuse a conducir hacia el supermercado.

Ya dentro me dirigí directamente hacia la sección de lácteos, cuando de repente una niña que correteaba por el pasillo chocó conmigo y la miré fijamente. Quedé suspendido por la impresión, puesto que aquella pequeña era idéntica a la de mi sueño de anoche. Ella se quedó parada también observándome, hasta que de pronto apareció su madre, ¡mi esposa en aquél sueño!, luego detrás de ellas apareció alguien que me dejó aún más boquiabierto. Un hombre parecido a mí, que me divisaba impactado mientras se acercaba.

FIN


Escrito por @universoperdido. Abril 15 del 2021


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