Había muchos ladridos por la noche (Cuento)

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Había muchos ladridos por la noche.

Cuando la mandaban a la bodega, los iba contando, veía sus caras asomadas por las rejas, saltaban y ladraban para abrazar a sus dueños, por eso cuando se iba a dormir por las noches, se arropaba con los ladridos y soñaba.

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‒Aquí no quiero animales. ‒Le decía su papá, seguía soñando y contaba los días que faltaban para cumplir los dieciocho años y poder tomar sus propias decisiones.
‒Me falta menos, así no tendré que pedir permiso.
Y pasaron los días, las semanas y los años y los ladridos de la cuadra eran un cuaderno de sueños, donde anotaba las características de las diferentes razas, pero ella quería pequeño uno pequeño, un perro fácil de alimentar y que no ocupará mucho espacio, el vecino más cercano tenía los que ella quería.

‒ ¡Mama, mañana es mi cumpleaños! y no quiero tortas... Sabes lo que quiero... Mi perrito.
‒ Tu tía dijo que te tenía uno muy bonito
‒ ¿Es pequeño?
‒Si… eso me dijo, son peluditos y de un color entre amarillo y blanco.
‒ ¿Cuándo lo vamos a buscar?
‒Será tu regalo de cumpleaños, ella te lo va a traer.
‒ Y mi papá lo sabe?

‒ Él no lo va alimentar, cuando lo traigan ya veremos quién es más bravo. ¿El o yo?
La sonrisa no sabías dónde dejarla, así que fuiste esa noche a tu cuaderno para sumar los días de tu sueño, ya ibas a oír los ladridos de tu perro correteando por el patio, en el coro de la cuadra.

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Tu tía te lo trajo, tu alegría era como un bulto en tu pecho, lo llevaste al veterinario y compraste todo lo necesario para alimentarlo, hasta le hiciste una cama con una caja de cartón. Era hermoso tu perrito, disfrutaste sus trasnochos, le pusiste un nombre que anotaste en el cuaderno de los sueños y supiste aguantar los carones de tu papá, su rezongadera diaria se te clavaba en tus insomnios para evitar sus molestias, sus gritos innecesarios.

Y pasaron los días. Y pasaron las semanas y tu perrito iba creciendo.
‒Pero Mamá… está creciendo mucho.
‒Tu tía me dijo que era pequeño.
‒Mira, ya está más grande que los del vecino. Además, come mucho y mira tengo que estar limpiando todo el día.

Tu papá llegaba con su rabietas, lo sacaba del cuarto con el cepillo de barrer y el perrito que nunca supo el nombre anotado en el cuaderno de los sueños, no entendía, ladraba y saltaba y no entendía, entonces iba y tomaba los calcetines, algunas franelillas y se divertía destrozándolas, levantaba su pata y orinaba la nevera, los muebles de mimbre y saltaba buscando un abrazo que no llegaba.

‒ ¡Mira lo grande que está! ¡No lo aguanto! No quería un perro tan grande.
‒ ¡Sácalo de aquí! ¡Es un cochino!, no respeta… ¡Fuera, fuera!...

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Y el perro que nunca supo su nombre, ahora agredía a los vecinos, pero él, no entendía, él quería era jugar con ella, abrazarla, que acariciara su panza y lo dejarán dormir a sus pies; pero sus ladridos ahora molestaban, no lo trataban con amabilidad y lo golpeaban para que no entrara a la casa y durmiera a la intemperie.
‒Ya no lo quiero mamá…
‒ Tu querías un perro, ahora te lo aguantas a él y a tu papá.
‒Ustedes no le dan comida a ese animal, dónde está el amor que le tenías y yo no voy a estar limpiando mierda, o la amarran o la botan a la calle. ‒Era la cantaleta diaria de su papá.
‒Ya no quiero ese perro, mira como está, ya no es bonito, no lo quiero.

Ahora el perro bonito mostraba sus costillas, su tristeza, sabía que cuando llegaran de sus ocupaciones, no dirían su nombre, sino sus gritos pidiendo silencio, sentiría los golpes del cepillo, sus maltratos, sus miradas fuertes, como si con ellas doblegaran la alegría por verlos cada tarde porque llegaban a casa.
Sus gritos lo envolvían de miedo y sabía que al ver los destrozos que había hecho por divertirse no les iba a gustar, pero igual, él salía a recibirlos. Ese día a lo mejor tuvo malos ratos en su trabajo y el brillo de sus ojos lo encandiló y cuando agarro ese palo para golpearlo, también se dio cuenta que tenía que defender su vida, entonces saltó para abrazarlo.
El perrito que nunca supo su nombre se abrazó con la noche para dormir con los sueños que yacían en un cuaderno donde quizá hubo una historia bonita donde él tenía una familia.

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Las fotografías son de mi autoría, tomada con mi teléfono Xiaomi Redmi 8; fueron editadas con la aplicación de PicsArt y PhotoScape.



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