Deben andar buscándome, pero aquí podré dormir con tranquilidad. Bien me lo decía mi tío Adolfo, el campo no sólo es bueno para sembrar y criar animales, también es bueno para esconderse, ahí se reía como los buenos, luego venía el cuento de la mujer de Chico, porque él se la jugaba sucio cuándo el hombre se iba a los cortes de caña.
Hasta que un día los descubrió y casi que los mata, él se ríe ahora, pero se tuvo que ir, tuvo que vender su casa y compró estas tierras.

A mi papá no le gustaba ese comportamiento y por eso se enojaba cuando me veía con el tío Adolfo.

‒ Esas cosas no se hacen ‒me decía‒, tu tío no sabe de respeto, es un sinvergüenza.

Por eso se fue a criar animales y sembrar maíz y plátanos, Me gustaba oírle contar sus aventuras, producto de su manera muy alegre de vivir. Era como una especie de héroe para mí.

‒ Yo gozaba con el peligro sobrino, la vida es más divertida, aunque a veces uno se mete en problemas, pero ahí está el gusto, ¿O no?

Levantó su rancho bien alejado del pueblo, también construyó este galpón donde ahora estoy, bien escondido en el monte y al lado de una laguna.

‒Esto es para otra cosa sobrino, aquí me alejo de todo el mundo, porque para acá, nadie viene, por allá en el pueblo hablan de encantos, qué se yo, encantos que viven en estas aguas, dizque son como las sirenas, cantan, y arrullan, para que uno se quede y no salga más de aquí, pero ya ves, ¡aquí estoy!

‒ ¿De verdad cantan las sirenas tío o es pura joda?

‒ ¿Por qué crees que levanté esto aquí? porque en el pueblo decían que había un espanto burlón, un encantamiento y por eso, nadie viene, nadie, así que es el lugar perfecto para esconderse.

‒Pero…, ¿por qué dicen eso tío?

‒Dizque se oyen voces llamando al que pase cerca y desaparecen en la laguna, pero eso es cuento sobrino, es el viento, pasa por esos cañaverales, parecen voces, pero es sólo el viento, el viento pasando sobrino… ¿Estas asustado? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Sobrino, no se me raje ahora.

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Ahora estoy solo, esperando que el tío regrese, me dijo qué iba a averiguar todo lo que me pasó, para salir de dudas. Aquí lo que se oye es el viento, es como si conversará con uno, de repente se me paran los pelos, porque creo que hay gente de verdad, de paso, no tengo ni chimó para masticar, un buen trago de ron es lo que me falta, está tranquilidad me está matando, me pone nervioso.
Tuve que haberlo jodido, era él o yo, esos son los problemas por andar de mujeriego.

‒Ahora que le voy a decir a mi papá, deben andar buscándome, pero ni loco que aparezco por allá, tuve que haberlo jodido, mis manos estaban llenas de sangre, ¡coño, que vaina me eché encima!

Y ahora estás voces que se meten por todos lados, salen del agua, tío Adolfo, esto como que si está embrujado, no creo que aguante mucho, ya son muchas horas y mi tío no viene… ¿y si agarro para el pueblo? Ahora esas voces... ¿Seguro qué es el viento tío? ¡me están llamando!
Me asomo a esas aguas, y veo mi reflejo allá en el fondo, parece que algo se mueve, es como si me agarrara con esa música.

‒¡ven! ‒dice,‒escóndete aquí, nadie te encontrará, estarás a salvo.

Claro y cuando venga mi tío, el tampoco me podrá ver, ahí abajo todo se ve más calmado, ahora salen como brazos del fondo de las aguas, me llevan y veo como las nubes van desapareciendo con la tarde, aquí nadie me encontrará. Ya no oigo nada, pero, seguro el viento continúa su canto entre los cañaverales. Deben andar buscándome.

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