La vida de un Lápiz - Cuento Infantil

En un colegio muy lejano, estudiaba un niño de nombre Joaquín. Era su quinto año de estudio cuando su madre le compró un lápiz, pero no un lápiz común, sino un lápiz que por motivos desconocidos había cobrado vida, solo que éste no podía hablar pero sí pensar y sentir.

El Lápiz estaba totalmente nuevo, olía a madera fresca, tenía un brillo especial y estaba muy contento de conocer a su nuevo compañero de vida, Joaquín.

Joaquín le dió al Lápiz sus piesitos con ayuda de un hermoso Sr. Sacapuntas, sus pies eran unidos, afilados y con mucho brillo. El Lápiz estaba sorprendido del color de sus pies, pues nunca antes se los pudo lograr ver.

Todos los días Joaquín usaba su hermoso Lápiz e incluso lo usaba cuando no iba al colegio, ya que los fines de semana hacía muy puntual sus tareas.

A veces el Lápiz se preocupaba cuando perdía sus piesitos porque sabía que eso no le beneficiaba a Joaquín, pero después con ayuda del Sr Sacapuntas, los volvía a tener más afilados que nunca.

Cierto día Joaquín olvidó su hermoso Lápiz en un asiento del colegio, el Lápiz estaba triste y asustado pues desde el asiento donde estaba no lograba ver a Joaquín, así que suponía que ya no lo quería o que quizá lo hizo cometer un error y por eso lo había dejado ahí.

Minutos más tarde el Lápiz logró ver a Joaquín y sintió que su espíritu regresó a su hermoso cuerpo de madera y carbón. Se trataba de un simple descuido y nada más.

Fuente

El Lápiz se divertía en la mano de Joaquín, ya que a veces lo hacía girar como a un trompo y otras veces lo ponía de cabezas para borrar. Era una diversión total.

Así pasaban los días y el Lápiz se sentía cada vez más orgulloso de él y de su amigo y compañero Joaquín.

En el colegio había conocido varios lápices igual que él, pero ellos eran fríos y ni si quiera sonrisa tenían, eran cómo pedazos de madera sin vida, pues el Lápiz no entendía muchas cosas de la vida.

Aún el Lápiz no entendía lo afortunado que era él de poder sentir y pensar. Por eso se extrañaba mucho de los demás lápices e incluso los llegó a juzgar más de una vez.

Tantas tareas, dibujos y momentos junto a Joaquín hacían que el hermoso y perfecto Lápiz fuera olvidando un detalle muy importante.

A medida que iban pasando los días y las semanas el Lápiz ya no era tan hermoso como antes e incluso iba perdiendo su tamaño, parte de su cabeza y ni qué decir de los pies, era cada vez más incomodo para el Sr. Sacapuntas y Joaquín afilarlos.

Esto se empezó a volver un verdadero problema para el Lápiz, pero por momento él no lo podía notar ya que su felicidad por estar en las manos de Joaquín opacaba todo lo que pudiera estar pasándole a su hermoso cuerpo.

Un lunes como cualquier otro, el Lápiz notó que la pequeña mano de Joaquín ya no era tan pequeña, que ahora ésta abarcaba todo su cuerpo y que esas hojas donde solía dejar sus líneas de carbón se hacían cada vez más grandes.

Esto llamó mucho la atención de la madre de Joaquín, quien sin dudarlo se apresuró a solucionar ese problema. Sí, asi era, el hermoso Lápiz ahora era un problema para realizar las tareas de Joaquín.

Una mañana de esa semana que había iniciado, el Lápiz abrió sus ojos y muy sorprendido notó que no estaba en el morral de Joaquín sino en la papelera de su habitacíon.

Doloroso fue cuando logró ver desde el fondo de aquella papelera una caja con varios lápices hermosos, altos y brillantes, tal cual lo había sido él.

El Lápiz comenzó a llorar, a recordar todos los momentos con Joaquín, a reprocharse qué había hecho mal o porqué ya no podía serle útil a el niño.

Lloraba de estar ahí, en esa papelera solo, rodeado de desechos y cosas tan inservibles y dañadas como él.

El Lápiz lloró por muchas horas e incluso por algunos días. Ya no podía ver, su pequeño e inútil cuerpo estaba cubierto de basura. Estaba sumergido por su entorno y situación.

Un día antes de ir al cesto de basura que da a la calle, el pequeño Lápiz reflexionó sobre su vida y todo su estado de ánimo quebrado y roto había cambiado radicalmente al recordar de manera diferente todo lo que había hecho por Joaquín.

El pequeño y desgastado Lápiz cerró sus ojos orgulloso pensando en lo que había hecho por su amigo y compañero, secando sus lágrimas y sonriendo, ya que había descubierto su propósito.

Pensó en aquellos lápices que no tenían sonrisa y que algunos con gran tamaño y belleza terminaban en una papelera sin poder disfrutar o vivir todo lo que él vivió.

Fue entonces cuando la vida de aquel Lápiz se apagó.

Moraleja:

Así como el lápiz de Joaquín, muchos terminan su camino. Pero el lápiz al final pudo entender que cumplió su propósito dando lo mejor de él y siendo un instrumento valioso en las manos de aquel niño, al recrear maravillas con su punta pero también a borrar y corregir detalles. Lo cual nos deja una gran y valiosa enseñanza.

"Con tu brillo pinta el mundo de color, dibuja y escribe tu propia historia, si fallas en el camino corrige los detalles pero no te des por vencido, no importa tu situación".

"Disfruta la vida y encuentra tu propósito de vivirla".